1972. Entre la violencia naturalizada y el principio de la era digital


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Aunque parezca un trabalenguas, aquel año el Toto Lorenzo sacó campeón a San Lorenzo. El “Nene” Sanfilippo, Héctor Scotta, el Toti Veglio y el Lobo Fischer fueron algunas de las estrellas de aquel gran equipo.

El rock nacional literalmente estalló, Vivencia, Alma y vida, Roque Narvaja, Billy Bond, Pedro y Pablo, Pappo’s Blues, Aquelarre, Pescado Rabioso, Sui Géneris, Vox Dei y Arco iris, entre muchos otros, grababan sus primeros discos y copaban el escenario del rock en español.

Borges publicaba El oro de los tigres. “Bajo la luna / el tigre de oro y sombra / mira sus garras. / No sabe que en el alba / han destrozado a un hombre”.

Y más adelante el lamento: “No haber caído, / como otros de mi sangre, / en la batalla. / Ser en la vana noche / el que cuenta las sílabas.”

Lamento por un heroísmo imposible, una manera remota de buscar la justificación de la existencia. Descalificando de alguna manera su trabajo de poeta o escritor, conservando aquella vieja creencia medieval (impuesta con la ayuda de las religiones) de que morir en un campo de batalla era la salvación eterna. Versos cortos, todos estos de Borges, invisibles, imaginados o construidos en la oscuridad de la ceguera, dictados a alguien, memorizados a fuerzas de repetición y, así y todo, igualmente extraordinarios.

Mario Roberto Santucho, del Partido Revolucionario de los Trabajadores (ERP), Fernando Vaca Narvaja, de Montoneros, Roberto Quieto (FAR), Enrique Gorriarán Merlo (ERP) y Domingo Menna (FAR), lograban escapar en avión de la cárcel de Trelew, llegaron a Chile y Allende rechazó la extradición que pidió Lanusse. Pero hubo otros, que quedaron a mitad de camino, no lograron escapar, fueron recapturados, y luego fusilados o masacrados, de acuerdo al nombre que adoptó en la historia argentina aquel hecho, “La masacre de Trelew”.

La Revolución Argentina redoblaba su apuesta de represión y violencia, las cosas cambiaban, las tensiones en constante aumento, el otrora temible dictador, Onganía, ahora era visto como un nene de pecho.

Desde el otro lado, obviamente, se pagaba con la misma moneda, más y más violencia. El 21 de marzo de aquel año, una célula del ERP secuestraba y asesinaba al director general de la empresa FIAT Argentina, Oberdan Sallustro. Los guerrilleros pedían un rescate de 5 millones de dólares. Muchos años después, Enrique Gorriarán Merlo, miembro del ERP, declaró que la muerte del empresario había sido consecuencia de un error de interpretación en las órdenes asignadas a uno de los guerrilleros.

Lanusse, desde su presidencia usurpada, se toreaba con Perón y declaraba que al viejo líder exiliado en España no le daba el cuero para volver al país. En su intimidad, deseaba que lo hiciera para sacarle las papas del fuego. Había que traer a Perón para calmar la situación, pero sin que fuera visto como una derrota del Ejército. Difícil, no imposible.

Richard Nixon, del partido Republicano, ganaba las elecciones de los Estados Unidos mientas una empresa norteamericana, denominada Hewlett-Packard, ponía a la venta la primera calculadora científica de bolsillo, modelo HP-35.

Y hoy dejamos acá, estimado lector, porque el 73 sí que fue un año en el que pasaron muchas cosas, año complejo.

Casi me olvidaba, aquel año 72 salió el libro de Oro de Patoruzú, el mismo que unos años más tarde, me ayudaría a aprender a leer.

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