El caso Cabezas, el bombo de Tula y la resaca después de la fiesta

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
Enero del 97 posiblemente haya sido el momento más encumbrado del menemismo. Todavía retumbaba el bombo del Tula festejando la reelección de Menem. El nuevo poder económico de la Argentina, conformado por oportunistas que se aprovecharon de las privatizaciones o simples mercenarios que hacían negocios oscuros con el estado, había decidido reconstruir a la pequeña playa de Pinamar como lugar de veraneo, lejos de todos los mersas que seguían yendo a Mar del Plata. Sin embargo, de buenas a primeras la estrella del menemismo dejó de brillar. La mañana del 25 de enero de 1997, José Luis Cabezas, reportero gráfico de la revista Noticias, apareció muerto en un campo cercano a la ciudad balnearia de Pinamar, provincia de Buenos Aires. Tenía 35 años y era padre de tres hijos. El cuerpo estaba dentro de su automóvil, esposado, calcinado y con un balazo en la cabeza. El automóvil había sido quemado.
La causa judicial conocida como el caso Cabezas significó ni más ni menos que el principio del fin de aquella infame década del 90. El modus operandi de los asesinos de Cabezas se parecía mucho al de los grupos de tarea de la dictadura. La policía Bonaerense, veinte años después del golpe del 76, mantenía prácticas impropias de la democracia, al punto de poner en duda si esa democracia estaba ya completamente consolidada. El caso Cabezas no fue sólo un hecho delictivo, fue el punto de partida para que un entramado gigantesco de corrupción quedara al descubierto.
La desocupación seguía su marcha ascendente y una nueva forma de resistencia se imponía en la lucha por subsistir en la jungla: aparecían “los piqueteros”. Grupos de desocupados que no tenían nada para perder salían a la calle a cortar el tránsito y no tanto a reclamar o a pedir sino, simplemente, a mostrarse como el resabio del esplendor económico que supuestamente atravesaba el país. Empezaba a quedar bien en claro que esa masa de expulsados del sistema no eran un aspecto colateral que el mismo sistema iría corrigiendo con el tiempo, sino, por el contrario, era la esencia, la razón de ser, el motor del neoliberalismo.
En las elecciones legislativas de ese año, una alianza formada por el FREPASO (conjunto de peronistas disidentes y sectores de centro izquierda) y la UCR daban el batacazo y ganaban prácticamente en todo el país. La lista encabezada por Graciela Fernández Meijide (FREPASO) se impuso con amplitud derrotando a Chiche Duhalde (Hilda González de Duhalde, esposa de Eduardo Duhalde, entonces gobernador bonaerense y figura del PJ).
La respuesta cultural a la vulgaridad que mostraba el menemismo en su estética no tardó en llegar. Ese año se estrenaba Pizza, birra, faso (de Adrián Caetano y Bruno Stagnaro), marcando el inicio del llamado “Nuevo Cine Argentino”, una apuesta que reflejaba las nuevas realidades urbanas y marginales de la década.
Ricardo Piglia publicaba ese año Plata quemada, excelente y controvertida novela que desnudó ciertos manejos oscuros del mundo editorial.
La Selección Argentina de Daniel Passarella se clasificaba al Mundial de Francia 1998 con gran comodidad. En los torneos locales: River ganaba el Clausura, y Boca Juniors el Apertura 1997, ya con Carlos Bianchi como técnico.
Así comenzaba una nueva era. Por un lado, con el inicio de la etapa más brillante de la historia de Boca y, por otra parte, con el comienzo del fin de uno de los períodos políticos más tristes de la historia argentina.