Los doce apóstoles y una generación dorada que crece al amparo de la ley de convertibilidad

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
Mientras la economía marchaba con viento de popa y Menen y Cavallo se peleaban la autoría intelectual del modelo económico, paradójicamente, Fernando de la Rua ganaba las primeras elecciones en la (de acuerdo a la nueva constitución) Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Los argentinos nos habíamos acostumbrado al liberalismo económico y dejaban de preocuparnos los gigantescos bolsones de pobreza que se cernían en torno a ese supuesto bienestar económico. El famoso uno a uno en la paridad peso versus dólar se había hecho carne en nosotros y muchos creían que la modernización de las estaciones de servicio en las rutas argentinas era una señal de prosperidad que nos llevaría al primer mundo.
Cuando despertamos del sueño era ya demasiado tarde, pero de eso hablaremos otro día.
Vélez ganaba el torneo de fútbol local y River, con la dirección técnica de Ramón Díaz, se consagraba campeón de la copa Libertadores. Mientras tanto Pasarella iniciaba su dirección en el seleccionado nacional y desataba una gran polémica en torno al largo que debía tener la cabellera de cada jugador. En ese momento nadie lo entendió, pero, ese detalle, de algún modo, preanunciaba un ciclo de grandes frustraciones deportivas promovidas por la intransigencia de un técnico que había sido líder en su etapa como futbolista, pero demostraba pocas habilidades para manejar el seleccionado.
En Bahía Blanca empezaba a descollar un joven basquetbolista de un metro noventa y ocho que, tiempo después se convertiría en leyenda de la NBA y líder de aquella famosa “generación dorada” del básquet argentino.
Siempre sospeché que aquella generación de grandes basquetbolistas fue tal vez, el único costado positivo de la ley de convertibilidad. Gracias a los buenos sueldos que podían ofrecer los clubes, dada la paridad peso dólar, jugadores jóvenes como Ginóbili, Scola, Oberto y muchos otros, dieron sus primeros pasos como juveniles en una Liga Nacional abarrotada de jugadores extranjeros de gran nivel.
En nuestra ciudad, doce presidiarios del penal de Sierra Chica aprovechaban el sábado 30 de marzo, en medio de la Semana Santa, para intentar fugarse. Tras fracasar en el intento, se inició el famoso motín que durante una semana tuvo en vilo a todo el país. Los pormenores de aquellos días en los que los reclusos controlaron el penal dieron lugar las más extravagantes historias y mitos que hasta el día de hoy circulan entre los olavarrienses y que, de algún modo, reflejan el nivel de abyección al que pueden llegar las personas.
Por una vez, Olavarría, y no a partir de un hecho meritorio, era tapa de todos los medios nacionales.