Ascensión motivo de gran alegría
Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
El día de la Ascensión es una solemnidad cristiana que se celebra cuarenta días después del domingo de resurrección y que conmemora la ascensión de Jesucristo al cielo en presencia de sus discípulos tras anunciarles que les enviaría el Espíritu Santo. Lo profesamos como verdad de fe al rezar el Credo. Es una de las principales fiestas del año cristiano, se remonta al siglo IV.
El papa Francisco en esta ocasión dice : “ La Ascensión del Señor es motivo de gran alegría ya que Jesucristo ha regresado a la derecha del Padre, pero no nos ha dejado solos. Desde el cielo está cerca de nosotros de una manera nueva, porque a través del Espíritu Santo vive en nuestros corazones, les deseo que experimenten su presencia en cada momento de sus vidas”. (…) “Jesucristo, al subir al cielo, deja un mensaje y un programa para toda la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Recemos para que la palabra de Cristo se dé a conocer y se testimonie con alegría para que sea el ideal y el compromiso de cada uno en su respectivo estado de vida”.
Con la Ascensión de Jesucristo el camino está abierto. Nos ha dejado una tarea: evangelizar; y una promesa: estar con nosotros hasta el final. Para la vida cristiana es un misterio que nos hace ser realistas: la tierra que pisamos, no es destino definitivo, es una invitación a mirar al cielo, donde está el Señor; y, al mismo tiempo, hacerlo presente con nuestro “vivir cristiano” vasado en la fuerza de la resurrección y de su promesa: “Yo estoy con ustedes” : cuando brilla el sol, cuando es noche oscura. Cuando se oscurece mi presencia, cuando nos cuesta ser sus discípulos no olvidemos su promesa: “Yo estoy con ustedes”.
En el Mensaje para la 56 Jornada Mundial de la Comunicaciones Sociales el núcleo central es la escucha para luego poder comunicar: “Escuchar con los oídos del corazón porque la escucha es una dimensión del amor”. (…) “Hay mucha necesidad de escuchar y de escucharnos. Es el don más precioso y generativo que podemos ofrecernos los unos a los otros. Escuchar es, el primer e indispensable ingrediente del diálogo y de la buena comunicación. No se comunica si antes no se ha escuchado, oremos para que sea una gran ocasión de escucha recíproca en este camino sinodal que estamos transitando”. (…) “Como en un coro, cada voz canta escuchando las otras voces y en relación a la armonía del conjunto. (… ) Así podremos redescubrir una Iglesia sinfónica, en la que cada uno puede cantar con su propia voz acogiendo las de los demás como un don, para manifestar la armonía del conjunto que el Espíritu Santo compone”.
(*) Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
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