Disyuntivas


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

No es la primera vez que un líder político, en nuestro país, ordena a sus seguidores votar por un extrapartidario o por alguien que no resulta completamente afín a los postulados ideológicos de sus votantes. El ajedrez de la política hace que en ciertas ocasiones el pragmatismo se imponga por encima de la ortodoxia.

Es evidente que, quienes diseñaron la estrategia del peronismo para las próximas elecciones, consideraron que las chances de hacer una buena elección se esfumarían rápidamente si la endeble situación económica del país empeorara. Más aún, en caso de que el electorado se incline por una alternativa liberal, como mínimo habría que evitar la posibilidad de que el futuro gobierno pretendiera declarar a la economía en estado de shock, de manera tal de hacer cirugía mayor sin anestesia tal como dijo alguien en los años noventa. Sabemos que si esto ocurriera sería un verdadero descalabro para los intereses de toda la clase trabajadora.

Dicho de otra manera, si el electorado en su conjunto se movió de lugar en el espectro político, resulta lógico ir a buscar un candidato más cercano a la posición en la que, se estima, quedó ubicado el centro de la campana de Gauss de las preferencias de los votantes.

Salvando las distancias, alguna vez el mismo Perón les “ordenó” a sus seguidores que votaran por Arturo Frondizi. En este caso, la estrategia venía de la mano de un acuerdo entre Perón y Frondizi que consistía en apoyar la candidatura de este último a cambio de que levantara la proscripción que la dictadura de Aramburu había decretado sobre el peronismo.

Antes de ese pacto, los peronistas mostraban su descontento votando en blanco en las elecciones. Convengamos que a ningún peronista le debía resultar simpático tener que votar por un candidato de otro partido, de todos modos, la mayoría aceptó las directrices que envió el líder desde el exilio y Frondizi accedió a la presidencia de la nación con casi el cincuenta por ciento de los votos. Sin embargo, hubo un diez por ciento de votantes que siguió votando en blanco, desestimando la “sugerencia” del líder.

Tiempo después, Perón exoneró con su indolencia campechana a los que le habían sido desobedientes. Más aún, los puso en el lugar más alto de su consideración al afirmar que esos argentinos que habían votado en blanco eran más peronistas que Perón.

El tiempo les daría la razón a esos peronistas empedernidos que se negaron a votar por otro candidato. El gobierno de Frondizi profundizó la crisis, no cumplió con la promesa de levantar la proscripción y no hizo más que dilatar el tan ansiado retorno.

Veremos dentro de algunos días si hay argentinos y argentinas más kirchneristas que Cristina.

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