Exigimos la continuidad indefinida del uso de barbijo

Escribe: Carlos Verucchi.


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

De a poco, las autoridades sanitarias comienzan a otorgan ciertas licencias en relación a las prevenciones que habían sido tomadas a raíz de la  pandemia.

Entre otras, la obligación de usar barbijo al aire libre ya no rige. Desde esta página, sin saber absolutamente nada de infectología (pero fieles a nuestra condición de argentinos y por consiguiente con la autoridad autoasignada para hablar de cualquier cosa) exigimos, a quien corresponda, que se mantenga de manera indefinida la obligatoriedad del uso del barbijo en todos los ámbitos.

No crean que esta solicitud surge de un capricho o berretín de trasnochado. Por el contrario, si hay algo que caracteriza a esta columna es su inquebrantable manía por justificar, argumentar con precisión cada afirmación, cada comentario, es decir, de diferenciarnos de los grandes medios nacionales (esos que realmente bajan línea y conducen la opinión pública como Fangio a su Alfa Romeo).

Sería imposible reflejar aquí los innumerables beneficios del uso del barbijo. Para no aburrirlo, estimado lector, vamos a mencionar sólo algunas de esas razones por las cuales elevamos el presente petitorio.

En primer lugar, el barbijo ha demostrado ser un atenuador de la fealdad que muchos ostentamos. Esto es, con barbijo somos menos feos, dicho de otro modo, incluso, y apelando a un recurso retórico más bien básico, podríamos afirmar que somos algo más bellos. Esa cicatriz que nos quedó de cuando aprendíamos a andar en bicicleta, o esa nariz algo prominente que heredamos del abuelo, quedan atenuadas ―cuando no disimuladas por completo― con la simple incorporación del barbijo adecuado.

Todo aquel que, ya sea en forma transitoria o definitiva, tuviera alguna pieza dental ausente, deficiente, o desalineada, podría, usando barbijo, reírse a carcajadas sin ningún temor a dejar en evidencia esa debilidad estética tan característica. Y ni hablar de aquellos que antiguamente estaban obligados a largarse a la calle con mal aliento. Qué mejor que el barbijo para atemperar tan inconveniente situación.

Si bien estos beneficios ya por sí solos resultan suficientes para sostener nuestra postura, agregaremos algunos más para convencer a todo lector reticente y desconfiado (perfil de lector que poco a poco se ha ido perdiendo pero es posible que alguno que otro aún perdure).

Un buen barbijo, como los que diseñó el CONICET o la NASA, filtran olores, nos aíslan de esos vapores fétidos y vahos nauseabundos que son tan característicos de lugares públicos.

Para aquellos que conducimos, el barbijo oficia de garantía de anonimato. Mucha gente afirma que andar con barbijo dentro del auto, cuando uno va solo, resulta totalmente ridículo. Nada más alejado de la verdad. Con barbijo, un conductor avezado, puede perfectamente descargar un rosario de vituperios a ese otro conductor desaprensivo que se nos mete de prepo en la rotonda sin que dicho conductor pueda identificarnos (sabemos que la probabilidad de que sea alguien conocido, en una ciudad como Olavarría, resulta riesgosamente elevada). Qué mejor satisfacción que poder gritarle con toda la garganta, a ese ocasional imbécil que avanza por la mano izquierda a cinco kilómetros por hora, un ¿qué hacés pelotudo? Al tiempo que agitamos la mano derecha con los dedos juntos hacia arriba.

Otra ventaja consiste en esquivar a esos pesados que cuando te cruzan por la calle lo tienen a uno media hora dándole zanata. Ay te juro que no me di cuenta que eras vos,  viste que ahora con esto de los barbijos… Y a otra cosa, es preferible pecar de distraído que pasarse un buen rato fingiendo gesto de: hay qué interesante lo que me estás contando.

Y así podríamos seguir mucho más, pero para no aburrir, vamos a terminar con dos o tres ejemplos concretos: el carácter aséptico que el barbijo le confiere a un beso de la suegra, la posibilidad de tomarnos una copa de vino con el almuerzo sin que después vayamos emborrachando gente con el aliento, la posibilidad de identificarnos con un equipo de fútbol o partido político.

Usar un barbijo con el escudo de Boca bien podría ser interpretado como una advertencia, mirá loco, no me vengas con esos chistes estúpidos que te gusta hacer ni a cargarme por el partido que nos ganaron de milagro después de mil años porque te ligás un bife. O bien: ojo, no se confundan, perfectamente se puede ser rubio, andar bien vestido, tener un trabajo digno y esforzado y al mismo tiempo amar a Cristina. De esta manera es posible dejar las cosas en claro desde el vamos sin necesidad de provocar una situación desagradable en medio de una conversación.

Esperando tener una respuesta favorable a nuestra solicitud, nos encontramos el domingo próximo con más consejos de esta naturaleza para que la gente viva un poco mejor. ¡Felicidades para todas las madres!

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