Había gato encerrado

Por Carlos Paladino

No es una frase más, Se aplica cuando existen causas o razones ocultas, que permiten sospechar de manejos espurios. El régimen político argentino, desde hace no sabemos cuánto tiempo, con su accionar degradante, interesado en usar el poder para sacar provecho propio y desinteresado en la procura del bienestar de sus representados, ha conseguido enturbiar nuestras dilucidaciones respecto a las concesiones que ofrece el sistema republicano comprendido en el esquema democrático.

La confusión es tal que nos desquicia. Se cayeron los conceptos que diferencian los éxitos virtuosos, de aquellos conseguidos de cualquier manera. Hacemos prohombre al primer embustero de la lista. La codicia despiadada por el poder, nos manda candidatos amorales e inmorales; incapaces e ímprobos para la política pública que, como de máxima nos dará un alivio económico que es fugaz y carece de sustento para el futuro. Luego, el problema no va a caer en la falsedad de la propuesta, ni sobre el Cuerpo Colegiado Prebendario; ¡NO!, caerá sobre las cabezas de los convalecientes de siempre que, por lo regular son los partidarios y los nuevos convencidos de esa oferta tan trillada.

Llegamos a fin de año con el temor de no saber quién nos gobierna. Debemos inferir que es el gobierno. Pero eso no responde a la incertidumbre de hoy. La duda pasa por quien ostenta el Poder Ejecutivo (el poder real), Lo ostenta el presidente, señor Fernández, la vicepresidente señora de Kirchner; o los dos en yunta. Terrible para una república. Los indicadores evidencian a un presidente alicaído, dubitativo, ambivalente, que un día anuncia una cosa que, si no se ajusta a los posteriores dichos de la vicepresidente, de inmediato la cambiará en su afán de justificar y no desdecir a su subordinada. El susto que le transmiten las opiniones de su vice le repican al instante.

Los vicepresidentes argentinos, se han comportado como figuras alegóricas del ejecutivo: pero, en este caso, el ninguneado parece ser el presidente. Y, es notorio. Hace bastante tiempo que la señora de Kirchner desatendiendo a su jefe lo perjudica; con hechos que no podemos tildar de inconscientes, por el contrario, son conscientes y, por cierto, muy disfrutados por su entorno; los cristinistas, La Cámpora, el Instituto Patria y ciertos personajes de esa facción, como el abogado militante Juan Grabois que al enterarse del aumento de la pobreza dijo; «Si no se puede hacer nada para evitarlo, hay que cerrar la Casa Rosada». ¿Qué quiso explicar con eso? No sabemos. Asimismo, quién tira tal estimación, se dice amigo del Papa Francisco, el emisario de la paz. Si el señor Fernández creyó razonable ir acabando con los inacabables subsidios que se lanzan, pensando en la recuperación de la actividad privada como fuente de empleo, seguramente deberá dar marcha atrás, por ser un adicto al neoliberalismo y aliado de Estados Unidos y del FMI. Por supuesto, todo conspira contra sus promesas de campaña; a saber: 20% de aumento a los jubilados y medicamentos gratis, maestros con buenos salarios, llenar las heladeras; no más impunidad: poner de pie al país etc. Por lo pronto, el Señor Fernández trata de quedar bien con la señora Kirchner, al extremo de avalar sus ataques a la Corte Suprema; «Hay un sistema muy arbitrario, este caso lo tomo y este caso no» ; en otro momento: «Lo que dijo Cristina es un llamado de atención para todos. Obsecuencia que no se esmera en ocultar. .En la última carta, la señora vicepresidente se expresa como lo hace un presidente defendiendo su gobierno, al verdadero, no lo menciona.


El presidente en ejercicio, todo lo asiente, todo lo justifica. ¿Acaso para cumplir ese rol no fue designado? ¿ La señora Cristina no lanzó su candidatura usándolo de pantalla?. Lo sabe y en consecuencia actúa.

Hay una historia perversa que explica este desacato a la investidura presidencial. La trama y desenlace de lo que está pasando no lo previó quien no quiso. La naturaleza de cada uno de los contendientes no lo hacía difícil. Alberto Fernández, antes de sentarse en el sitial que le regaló la vicepresidente, dijo a los cuatro vientos, cosas terribles sobre ella. Claro, cómo adivinar las cartas que pronto se echaron arriba de la mesa política. Usó calificaciones que no cualquiera se hubiera animado a proferir.

Respecto de su tercer mandato, sentenció: «toda acción institucional, es deplorable»: » lo que hizo en materia judicial, es deplorable», «toda intervención en la justicia, es deplorable; «la muerte de Nisman, es deplorable», «el Consejo de la Magistratura, es deplorable»; «lo que hizo con el Tratado de Irán, es deplorable»; «¿ era perversa la corrupción menemista y no es perversa esta corrupción revolucionaria?». y dijo mucho más.

Pero, para colmo de males, la remató con una figura retórica: «De haberme quedado (en el gobierno de Cristina) debería haber sido parte del séquito de obedientes. Para mí la política no es un ejercicio de obediencia, es un ejercicio de reflexión y de debate. La que se olvidó de eso fue Cristina». Caradura como pocos… si los hay.

¿Hay dignidad que pueda soportar tamañas descalificaciones? Ellas contienen hipocresía, traición, falsedad. Las afrentas, por viles que sean. puedan ser disimuladas al amparo de una intencionalidad infame. Quizás un pacto, en el que su bastardeada compañera le purgara la suciedad del alma y, además, hiciera de él, el futuro Presidente de la Nación Argentina, un cargo al que por capacidad y honor le resultaba inimaginable. Para comprar la conciencia de los enemigos, sólo quedan las opciones despreciables.

Qué macabras y pérfidas intenciones hacia el pueblo argentino esconde el acuerdo entre esos dos ansiosos de poder. Lo intuimos desde el principio.. La señora Cristina Fernández, sabemos, es una mujer de rencores presentes, y no se la iba dejar pasar al Señor Fernñandez. No olvidemos que los enojos llegaron a mortificar a la familia Kircner y a un grupo que la adora; teniendo en cuenta que si se salva ella, se salvan muchos.

La Vice, se tomó su tiempo; lo esperó y conociendo como nadie sus ¿virtudes?, lo utilizó hasta la humillación. Encontró en este hombre quien hiciera el trabajo sucio que a ella la desgastaría en los tiempos por venir. Lo «compró» haciendo que gozara un poquito de la efervescencia de la gloria, para luego consumirlo en un desgaste que todavía no tocó el fondo, el presidente tampoco, creemos, se tragó, íntegramente, la píldora bondadosa que le ofreció la Señora, de ser así necesitaría de un tratamiento especial. De modo que el precio de ese acuerdo, que está cayendo como plomo sobre nosotros, ha tenido que ser muy elevado.

Cuando acabará esta descontrolada situación en la gobernabilidad argentina, es algo impreciso de anunciar. De todas maneras, no existen motivos de intranquilidad, mientras las circunstancias que involucran a los dos Fernández no se alteren.

La Vicepresidente manda y el Presidente acata y recibe los palos.
Lo único que estuvo a nuestro alcance precisar es que ¡Había gato encerrado!. No lo vio el que no lo quiso ver.

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