Inmaculada Concepción
El papa Pío IX, en el año 1854, declaró el dogma de la Inmaculada Concepción de María, que se celebra cada 8 de diciembre. El dogma hace alusión a una verdad indiscutible, pero con todo poder de razonarlo para poder entenderlo. Como Dios quiere lo mejor, lo más puro, por eso le otorgó esa gracia que María recibió en beneficio de la sociedad, haciendo que Dios, por obra del Espíritu Santo, se haga hombre entre nosotros.
María se dio a conocer, como “La Inmaculada”, cuando se le apareció a Santa Catalina Labouré en 1830 y en 1858 en Lourdes a Bernardita Soubirous, ambas apariciones en Francia.
El 8 de diciembre de 2006, el Papa, Benedicto XVI, se dirigía a la feligresía con estas palabras: “Oh María, Virgen Inmaculada, te saludamos y te invocamos con las palabras del ángel: «Llena de gracia» (Lc 1, 28), el nombre más bello, con el que Dios mismo te llamó desde la eternidad. «Llena de gracia» eres tú, María, colmada del amor divino desde el primer instante de tu existencia, providencialmente predestinada a ser la Madre del Redentor e íntimamente asociada a él en el misterio de la salvación”. Con esta gracia, -de su Inmaculada Concepción – María, nos enseña que se puede ser puro de corazón, para recibir a Jesús en nuestro interior y llevarlo a los demás para contemplar juntos la gloria de Dios.
(*) Abel Galzerano catequista de Banfield, consagrado a la Virgen.