María, Reina de la Paz
Colaboración, Misioneras de la Inmaculada Padre Kolbe.
Por su íntima y estrecha relación y cooperación con el Hijo, “Príncipe de la Paz” (Is. 9,6), en la reconciliación entre Dios y los hombres, que Él realizó, María es venerada como “Reina de la Paz”: en el misterio de la Encarnación, al recibir el anuncio del ángel Gabriel, concibió en su seno virginal al Príncipe de la Paz (Lc. 1,26-38), el cual nos devolvió la paz, reconciliando consigo el cielo y la tierra; en el misterio de la Pasión, es la Madre fiel que se mantuvo en pie junto a la cruz de su Hijo; en el misterio de Pentecostés, la santísima Virgen con los Apóstoles, esperó el Espíritu de la paz, de la unidad, de la caridad y del gozo.
El origen de esta devoción se remonta al siglo VII. Terminado el IX Concilio de Toledo, su arzobispo san Ildefonso, ferviente devoto de la Virgen María, se dirigió a la Catedral para cantar los maitines. Al entrar, se produjo en el altar un fuerte resplandor, la Santísima Virgen había descendido del cielo y estaba sentada en su cátedra episcopal. La Madre de Dios habló con dulces palabras a su fiel servidor y promotor de la fe en su inmaculada concepción y le entregó una casulla, que se conserva allí. Por este particular beneficio, a su muerte ocurrida el 23 de enero de 667, la Iglesia de Toledo decretó que el 24 de enero se celebrase solemnemente en todo el arzobispado, el memorable descenso de la Virgen María a la Iglesia Catedral, pero el nombre y la advocación de Nuestra Señora de la Paz le fue dado en el siglo XI, a raíz de un singular acontecimiento histórico: cuando en 1085, Alfonso VI, rey de Castilla (España), reconquistó la ciudad de Toledo tomada por los moros (musulmanes), una de las condiciones del Tratado de Paz, fue que el Templo principal de la ciudad quedase para los moros como mezquita. Los cristianos lo consideraron indigno y trataron de apoderarse de la Catedral por las armas. Se produjo entonces un acontecimiento extraordinario, que todos tomaron como una señal de que Dios había escuchado sus plegarias. Los moros consideraron el peligro a que se exponían si mantenían el culto a Mahoma en la Iglesia principal de aquella ciudad cristiana y prometieron devolver la Catedral. Grande fue el regocijo del rey y su pueblo, que vieron en aquello la obra de la Divina Providencia. Al día siguiente, 24 de enero, se tomó posesión de la Catedral y la Virgen María de la Iglesia Metropolitana, por haber restablecido la paz en la fecha de su fiesta, fue venerada en adelante como Nuestra Señora de la Paz. En el año1917, durante la Primera Guerra Mundial, el Papa Benedicto XV dispuso añadir a las Letanías Lauretanas la invocación «Reina de la Paz».
Al celebrar la fiesta de Nuestra Señora de la Paz, pedimos a Dios que, por su intercesión, conceda a la Iglesia y a la familia humana el Espíritu de caridad para permanecer unida en el amor fraterno; los dones de la unidad y de la paz para formar una sola familia; y la paz en nuestro tiempo.
(Colaboración, Misioneras de la Inmaculada Padre Kolbe).
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