Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo

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Celebrando este cierre del Año Litúrgico con la Solemnidad de Jesucristo Rey
del Universo nos remitimos a una homilía que, San Juan Pablo II hiciera en la misa de
apertura de la Asamblea especial para Oceanía del Sínodo de los obispos (22 / 11/
1998).  «Jesús Nazareno, el rey de los judíos». Ésta es la inscripción que pusieron en la
cruz. Poco antes de la muerte de Cristo, uno de los dos condenados, crucificados junto
con él, le dijo: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». ¿Cuál reino? El objeto de
su petición no era, ciertamente, un reino terreno, sino otro reino.

El buen ladrón crucificado con Cristo llegó, de algún modo, al núcleo de esta verdad. En cierto sentido,
se convirtió en profeta de este reino eterno, cuando, clavado en la cruz, dijo: «Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23, 42). Cristo le respondió: «Hoy
estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43). El apóstol Pablo, en la segunda lectura,
explica en qué consiste el reino del que habla Jesús. Escribe a los Colosenses: demos
gracias a Dios, que «nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al
reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los
pecados» (Col 1, 13-14). Precisamente este perdón de los pecados se convirtió en la
herencia del buen ladrón en el Calvario. Él fue el primero en experimentar que Cristo
es rey por ser Redentor”.


En este hoy que nos toca vivir podríamos parafrasear la frase del buen ladrón en
nombre de la humanidad: ¡Jesús, acuérdate de mí; acuérdate de nosotros, acuérdate de
los pueblos que sufren las consecuencias de las guerras. Acuérdate de tantos hermanos
que en el mundo entero sufren la marginación, la pobreza, la falta de vivienda, el
desconsuelo de haber perdido todo: casas, familias…. «Por tu muerte dolorosa, Rey de
eterna gloria, has obtenido para los pueblos la vida eterna; por eso el mundo entero te
llama Rey de los hombres. ¡Reina sobre nosotros, Cristo Señor!». Amén.

(*) Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.

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