Tiempo de pantallas


Por: Lic. Marcela Blaufuks

El avance constante de la digitalización de la vida cotidiana, el  repentino cambio de la calle a la pantalla exacerbado en 2020 con la Pandemia fue transformando la comunicación y la vida social. Interactuar con amigos y familiares a través de mensajes de textos o redes sociales,  trabajar y estudiar en forma remota ,  leer noticias en formato digital,  ver películas y series en distintas plataformas , el streaming  y el usuario always on, comprar en tiendas online constituyen nuestro entorno.  El dinamismo del cambio es lo que en ocasiones nos dificulta su comprensión. Y no me refiero sólo a los cambios tecnológicos sino a su impacto en nuestra conducta. Ésto se suma a la inmediatez y el afán de encontrar en la tecnología “magia”. Me detengo y como en una especie de realidad virtual enumero lo que casi parece invisible. Ponemos Fast a todo,  a los audios,  a los videos, sin olvidar los memes que circulan en una especie de experiencia cultural compartida en línea. Se diluye el prestigio por la membrecía, la sorpresa por los likes y aparece otra vez el tiempo.  Vivimos acelerados. Hablamos de crisis de atención, de dificultades en la comprensión de textos, de aburrimiento, ansiedad y divagación mental. Enumero pero en realidad intento comprender. Hay quienes sostienen que la tecnología es neutral, otros englobados en el determinismo tecnológico la demonizan o le son incondicionales. Lejos de ubicarme en uno u otro lado, intento expresar que la Educación en este campo es una necesidad.

Soy hija del siglo XX. Crecí con la comunicación uno a uno, el teléfono, el correo .Los llamados medios de masa, la radio,  la televisión y  los diarios ofrecían comunicar de unos a muchos. Se caracterizaban por su relativa independencia y funcionalidad y en especial cómo las personas las experimentábamos. Pero a mediados de siglo innovaciones tecnológicas cambiarían nuestro entorno y el mundo. Desde los grandes artefactos a los diminutos Smartphone que millones de personas portamos, la informática moderna parece insaciable. El filósofo Byung Chul Han habla de voces sin cuerpo y avanza. “El Smartphone es smart porque quita resistencia a la realidad. Ya su superficie lisa produce una sensación de ausencia de resistencia. En su tersa superficie táctil todo parece dócil y agradable. Con un clic, o la yema de un dedo, todo es accesible y disponible…La no resistencia digital conduce a una pobreza del mundo y de la experiencia”. Estas reflexiones me conducen a pensar qué consumimos en las redes, por qué el mundo nos parece hecho a nuestra medida, cuál es la razón de la  no resistencia y quiénes son los nuevos líderes hoy llamados  influencer y si esto constituye un problema.

            Hace un tiempo Eli Paricier, planteó la idea de la relevancia en los contenidos digitales en contraposición con lo que Internet significó. Y digo significó porque en nuestras primeras experiencias Internet era la puerta de acceso al mundo, la web nos conectaba y acercaba otras posibilidades.  Los cambios en la Red parecen imperceptibles. Las búsquedas personalizan los resultados. Múltiples datos inciden en ellos: ubicación, tipo de dispositivo, el tiempo en redes sociales entre otros tantos factores. Esta personalización evita lo diverso, lo incómodo, el otro. No puedo dejar de relacionar esta idea con la plantada por Han. Lo que Paricier llama la burbuja de los filtros son los algoritmos  mostrándonos qué ver. Contenidos hechos a nuestra medida,  una especie de  universo propio.  Sabemos que  aunque hay cientos de millones de sitios web los usuarios estamos concentrados en unas pocas empresas. Nick Srnicek en Capitalismo de las plataformas, conceptualiza un tipo particular de materia prima, los datos y nuestras  actividades como usuarios  son quienes la generan. Los datos pueden implicar conocimiento pero no es condición necesaria. Precisan infraestructura y uso de energía. No son inmateriales y necesitan ser organizados. Los algoritmos requieren ingresar secuencias de aprendizaje a un sistema para que resuelvan  problemas… hoy,  captar nuestra atención, retenernos y  guiar nuestras acciones. Si van a guiar,  Paricier reclama que a la relevancia se le sume  lo diverso, lo importante, otros puntos de vista para escapar del aislamiento intelectual, la ingenuidad y el vacío ético.

Vuelvo a lo cotidiano, las relaciones, los trabajos, el comercio, la educación, la política, todo atravesado por la cultura digital. Me centro en la necesidad de educar. Ahí encuentro el camino y me alejo de lo apocalíptico. Creo que en el proceso perderemos la ingenuidad, construiremos pensamiento crítico para avanzar colectivamente.

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