Ulises por streaming

Escribe: Carlos Verucchi.


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Es difícil encontrar épica en las guerras modernas. Como afirma Arturo Pérez Reverte, las guerras han perdido completamente el contacto físico, la destrucción del enemigo se persigue a través del empleo de misiles que viajan muchos kilómetros antes de dar en el blanco, o de bombardeos aéreos, nadie sabe el daño o el dolor que provocan sus acciones.

Cuando éramos chicos veíamos películas de guerra, hoy son cada vez menos frecuentes, es que la guerra se automatizó, el nivel de sofisticación es tan grande que no deja lugar para la acción individual, se le ha quitado espacio al heroísmo. Nadie se salpica con la sangre del enemigo, nadie puede verle los ojos al soldado que acaba de matar.

Pero la literatura y el cine necesitan de la épica como su principal alimento. A falta del insumo tradicional, buscaron en el deporte, en el fútbol más que nada. La Odisea tal como la plantearon los Griegos hoy con conmueve a nadie, la gente prefiere seguir por Netflix la historia de Carlos Tévez, quien habiéndose formado en condiciones muy desventajosas y sorteando todos los obstáculos que le vida le puso por delante, llegó a brillar en el fútbol europeo y en la selección argentina.

El artilugio que utilizó Bilardo para que Argentina convirtiera el primer gol a Alemania en la final del 86 recuerda en cierto modo a los guerreros escondidos en el Caballo de Troya. Salvar al soldado amigo de morir en el frente de batalla ha caído en descrédito frente a épicas más actuales como convertir el gol del triunfo en la final, faltando un minuto.

A nadie se le caería una lágrima hoy en día viendo morir a Gary Cooper en ¿Por quién doblan las campanas?, sin embargo, he visto a señores adultos hechos y derechos llorar a moco tendido viendo a Caniggia convertirle el gol a Brasil en el 90 o, más cerca en el tiempo, con la modestísima Copa América del año pasado.

Las plataformas de streaming han optado últimamente por explotar esa veta épica-futbolera. A la pionera serie de Carlitos Tévez le siguieron varias de Maradona, ahora una de Bilardo y la lista sigue. No sólo, incluso, dentro de nuestro país y en el fútbol: Michael Jordan también tiene la suya (The Last Dance, dirigida por Jason Hehir), o nuestro Guillermo Vilas (Serás lo que debas ser o no serás nada, de Matías Gueilburt).

Tal vez este viraje hacia manifestaciones épicas pueriles o lúdicas no sea más que una nueva manifestación de cierta tendencia hacia la frivolidad que muestra la humanidad. O tal vez sea muestra de la madurez que nos ha permitido comprender de verdad los horrores de la guerra, y de que no queremos más heroísmo violento, de que hemos aprendido lo suficiente como para esquivar a la barbarie de la guerra hasta en nuestros monitores.

La guerra se ha vuelto tan cruel y brutal que ya no cabe en nuestras fábulas.

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