Vacunar a cualquier costo

Por Carlos Paladino


Queremos comenzar este artículo con la siguiente premisa: es primordial resguardar la institucionalidad del Presidente Alberto Fernández. Soporta los hechos y dichos disparatados – suyos y ajenos – acontecidos en algo más de un año de gobierno. Las críticas deben emitirse cuidando las palabras; que sean dichas con el decoro y la respetabilidad que una discusión merece. Las críticas que oímos de la oposición y del periodismo, más que posturas razonables de competencia, son insultos directos a su personalidad. De la reyerta por ver quién agravia mejor, seguramente, no saldrá ninguna ecuación valedera. Es lo menos que requerimos de la inteligencia y cordura política. ¿Estamos a favor del presidente y su política kirchnerista? ¡NO, ni soñando! La autocracia disimulada bajo rasgos republicanos no nos subyuga. El presidente argentino se tendrá que ir como vino. Es un cuestionamiento que atañe al sistema democrático, republicano y cristiano; de Cristo (no sólo a los de la Iglesia de Roma). El sistema democrático pierde terreno en relación al avance del mecanismo autocrático. Se podrá aducir (como escuchamos) que el partido del presidente no guarda estos cuidados a la hora de someter a un gobierno contrario, Que si sus guías políticos tienen que incitar al ejército de personas necesitadas que mansamente los siguen, a salir a la calle y romper supermercados y cuanto sea conveniente para derrocar a una autoridad constituida, lo harán;  eso es verdad, ha sido una constante en el proceder peronista. Pero, no todo el arco político saca a relucir tanta saña ante el contendor si el ambiente es de justicia y libertad. Por eso, ¡calma muchachos! No se sumen a los destructores seriales del sistema que elegimos en 1983 . El adversario fiel y honrado siempre tiene algo de amigo. ¿ Acaso sorprendió la encerrona que tendieron en torno al Señor Fernández? Fue un hecho argüido y aceptado tal como está. A pesar de ello, Alberto Fernández es indispensable para el armado político K concebido desde su arranque. Pese a la obstinada presión ejercida sobre el presidente; «ahora tenemos que ir con cuidado porque no queremos que Alberto patee el tablero, nadie quiere hacerse cargo en este escenario crítico» se escucha en su derredor. Por lo visto, la figura presidencial está desamparada, que la preserve, entonces, la sujeción al sistema democrático. Sin embargo sus expresiones dejan incógnitas en cuanto a la praxis jurídica, social y educativa que exige el sistema; «No hay nada más moderno que el peronismo», dijo el Señor Fernández. Una frase – creemos – de auto complacencia para salir de un apuro.


Olavarría ocupó titulares en los medios nacionales por la existencia de las cepas de Gran Bretaña y Manaos del Covid-19; al igual que Bolívar, La Matanza, La Plata y quizás algún otro. El eficiente, preocupado y siempre atento Secretario de Salud, Germán Caputo, dijo, luego de las muestras analizadas: «Esto nos permite confirmar que lamentablemente, tenemos circulación comunitaria de las nuevas variantes». De nuevo Olavarría destaca por causas conectadas con el comportamiento social.                                                                                                                       

El escenario nos obliga a decir que, a través de este medio, redundamos en ubicar el tema en el contexto de los problemas americanos, Olavarría se halla en la geografía de la América del Sur y, más acá o más allá de los núcleos pandémicos, el contagio se reproduce con prontitud y llega a todos lados con renovada virulencia. La primera curva ascendentes se notó en mayo de 2020 y su baja a fines de octubre (tiempos aproximados); otros países, en cambio, acusaban una suba de la enfermedad. La segunda ola lleva más de tres meses en constante aumento, poniendo en grave situación el mecanismo sanitario en general. Es más rápida la proliferación de la enfermedad que la provisión de elementos sanitarios a los hospitales y dispensarios ya colapsados. América tiene que ser una preocupación continental. Cualquier salida aislada del resto de los países sudamericanos es incompleta y temporal. Lo ideal sería operar en conjunto contra el coronavirus. Hoy es una causa imposible; pero, con sobreesfuerzo y soslayando ciertos prejuicios ideológicos se podrían lograr mejores resultados. La plata que nos falta para una vacunación masiva, más allá de la «maquinita», no la disponemos. Los «países capitalistas» se adelantaron y compraron dosis, aún a costa de la imprecisión de sus efectos positivos. Nosotros comenzamos tarde y preservando nuestros valores «anticapitalistas» accedimos a las vacunas rusas y chinas. La gran producción está en manos de multinacionales «yanquis» y europeas. La Sputnik – V, no se mostraba muy confiable que digamos para los rusos y tampoco para nosotros; sin embargo, hoy rogamos por una dosis. Sí o sí, hay que vacunar a la gente. Sin gente sana y activa no hay trabajo, si esa gente no produce, el país no produce y no crea empleo, sin empleo no trabaja y se muere de hambre. Parece una contradicción. Entonces, lo único que queda para juntar dinero y vacunar con mayor intensidad, es ahorrar mucho. Una determinación que el gobierno y Cuerpo Colegiado Prebendario no están dispuestos a concretar. Otras naciones, ante la emergencia, lo tuvieron que hacer. ¿Nosotros?… la política argentina no tiene porque copiar lo que otros hacen. ¡Justamente nosotros!


Es difícil ahorrar, pero hay que hacerlo si queremos que la gente no se muera. Qué les parece si achicamos el descomunal Estado que nos tiene a mal traer. Aquellos esquilmados históricos ya no lo serán, los sustos y amenazas acostumbradas no darán resultados, por la simple razón de que ya se quedaron sin recursos. Además, el esfuerzo debe ser de todos y todas, no?. ¿No se trata, acaso, de mantener un Estado inmenso e ineficiente?  Probemos rebajando sueldos ostentosos de funcionarios y legisladores; cortando los adicionales; las dádivas y coimas. ¿La tracalada de asesores se justifica? (las pymes les dicen ahora). Bueno; si no los echan, por lo menos recorten sus ingresos. Qué hacer con el ñoquismo nacional, no sabemos, son caros, improductivos y molestos. Los despachos ministeriales y municipales, están atiborrados de gente que cobra porque «trabajan en las campañas electorales». ¿Existen leyes que impidan el achique de los ediles y secretarios municipales? Miren; el listado por donde entrarle al gasto público es infinito. No dejemos a un lado el ahorro en vacunas electorales suministradas a jóvenes pletóricos de buena salud. Que tal efectuar una revisión a los honorarios de los sindicalistas y las «leyes laborales»; redundará en beneficio de los «ricos» que ofrecen empleos. Por las dudas, le avisamos a los dirigentes de nuestras vidas, que los negocios comerciales cada vez venden menos, y si venden menos, precisan menos empleados, y si ganan menos, también aportan menos. De implementarse estas acciones, la disminución de gastos sería proverbial para el erario. Debemos ahorrar a cualquier costo, para vacunar a cualquier costo.  

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