Conventillo en Barrio Norte

Escribe: Carlos Verucchi


Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Salió por fin el esperado libro del periodista argentino Santiago O’Donnell con el testimonio de Mariano Macri, hermano menor del ex presidente (“Hermano”, Editorial Sudamericana, 2020). Tal como afirma el propio Mariano, las entrevistas con O’Donnell que sirvieron de base para el texto constituyeron un desahogo para quien se considera perjudicado económicamente, extorsionado, perseguido y manipulado por su hermano mayor. Después de intentar por otros medios, Mariano decide denunciar, a través de un testimonio periodístico, los oscuros manejos de Mauricio a lo largo de toda su vida, manejos que le permitieron quedarse con el control del holding que había fundado y hecho crecer de manera exponencial su padre Franco Macri.

Así, las declaraciones de Mariano se sostienen, en parte, en el resentimiento y en la venganza, intentan sacar los trapitos al sol aunque en muchos casos ciertos detalles sean auto incriminatorios o dejen al descubierto las trapisondas de su padre, a quien Mariano dice respetar y admirar. También pueden ser vistas estas declaraciones como una maniobra extorsiva, un adelanto de todo lo que Mariano podría declarar ante la justicia si fuera citado y, eventualmente, dejar sin efecto suma de dinero mediante.

El libro de O´Donnell resulta aburrido y poco revelador. Prácticamente no dice nada nuevo, nada que no se hubiera denunciado antes o que cualquier observador, con un mínimo de objetividad, pudiera deducir o sospechar. En muchos casos resulta una confirmación más de la interminable cadena de ilícitos con la que aparentemente Mauricio Macri se manejó como empresario, presidente de Boca, jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y finalmente presidente de la Nación.

Aún sin revelar nada que no supiéramos y abrumar con detalles técnicos del mundo de los negocios, el libro de O’Donnell constituye una obra importante para la literatura política nacional. Su valor está en el trasfondo. En lo que Mariano Macri dice sin querer decir, en lo que debe decir de todos modos para dar pie a la interminable enumeración de delitos que le adjudica a su hermano, en el telón de fondo que sirve de escenografía a su denuncia. Y lo que deja entrever deja mal parado no solo a Mauricio Macri sino también a toda su familia y a una buena parte de la clase empresarial argentina.

El mundo de los negocios, tal como lo presenta Mariano, mostrado con crudeza, resulta ni más ni menos que espeluznante. Juicios por dinero a padres o hermanos, aprietes, escuchas ilegales y maniobras de espionajes de todo tipo, negación de ayuda económica al miembro de la familia que se muere lentamente a causa de una enfermedad incurable, evasión de impuestos, contrabando. El ambiente de negocios al que nos acerca Mariano Macri, ese mundo cuyas disyuntivas se resuelven en el lobby de los grandes hoteles, que cuenta a menudo con la complicidad del poder político y en el cual el empresario más admirado es aquel que encuentra el artilugio más sofisticado y efectivo para evitar el pago de impuestos, resulta atroz y repulsivo para cualquier lector desprevenido, para los millones de argentinos que se levantan cada mañana para ir a trabajar y poder poner a duras penas un plato de comida en la mesa familiar.

Porque la conclusión más inmediata que surge de la lectura de “Hermano” es que la trampa, la prebenda, la coima, la evasión de impuestos, el robo liso y llano, no son ―tal como algunos ingenuamente creíamos― los aspectos negativos de la forma en que se hacen negocios en la Argentina: son en realidad la norma, la constante, la regla en lugar de la excepción. En eso sí, tal vez, y sobre todo para un lector ingenuo como éste que escribe, el libro de O’Donnell resulta revelador.

Y resulta revelador no sólo por mostrarnos el carácter pavoroso y la ambición enfermiza de cierta clase dirigente sino por bajarnos de un hondazo la candorosa ilusión de imaginar un futuro promisorio para nuestro país. ¿Qué futuro puede tener un país cuyos empresarios más encumbrados se manejan con la actitud ignominiosa que, en un rapto de sinceridad, confiesa uno de los propios integrantes del clan posiblemente más “exitoso”? Confesión que hace pública sólo por no haber podido ponerse de acuerdo con su hermano en el reparto de la herencia dejada por el padre. Padre al que tiempo atrás se habían sacado de encima coimeando a un médico para que lo declarase insano. Ningún futuro venturoso será posible de este modo, ningún porvenir. Y mucho menos sabiendo que un integrante de esa familia que Mariano Macri nos presenta, no sin algo de inocencia, pudo llegar a ser presidente de la nación.

Si alguna vez se dijo que el gran obstáculo que tenía la Argentina para su desarrollo era la demorada conformación de una burguesía industrial y nacional que tomara la delantera, ahora, después de que Mariano Macri nos dejara espiar el interior de los countries que se levantan a la orilla del río, donde supuestamente viven quienes deberían asumir ese rol, sabemos que por el momento ese despegue es una mera utopía. Nada puede esperarse de empresarios que persiguen la ganancia fácil y rápida, que prefieren el oportunismo al desarrollo a largo plazo, que se juegan irresponsablemente ―como en una timba― el futuro de miles de familias, que no están dispuestos a arriesgar absolutamente nada, que no sienten compromiso ni siquiera (ya no digamos por su patria) sino por sus padres o hermanos.

¿Cómo pudo ocurrírsenos a los argentinos que un especialista en vaciar empresas, en transferir deudas al estado, en traicionar a su propio padre iba a sacar el país adelante? El hermano menor tiene la respuesta: el Mauricio Macri que nos muestran los medios de prensa es un personaje inventado, modelado y construido por profesionales de la mentira, por aventureros que utilizan estrategias de marketing ―que fueron desarrolladas para vender shampoo― para mostrarle al pobre votante una fábula digna de Shakespeare.

Sólo queda una esperanza, y Mariano Macri lo menciona en su conventillera declaración: “Si funcionaran las cosas en nuestro país, Mauricio debería ir preso”. Si así fuera, tal vez habría un pequeño resquicio por donde escaparnos hacia una nueva Argentina.

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