Murió el periodista azuleño Gustavo Scalcini, jefe de policiales de Telam
Con más de 25 años en la Agencia Télam, pasó sus últimos 16 años al frente de la elogiada sección
Policiales, donde formó, moldeó y condujo a un grupo de profesionales que siempre lo admiró por
su capacidad para ver la noticia antes que nadie.
Excelente persona, maestro en el periodismo policial, querido por todos, inmenso jefe de Policiales,
el eterno “Chapu” nunca pasaba desapercibido. Azuleño de nacimiento, estudió periodismo en La
Plata donde vivió la bohemia ricotera y terminó siendo un porteño por adopción. Siempre
inteligente, sagaz, divertido, su palabra era escuchada por todos.
La muerte de Gustavo Scalcini (54) es inentendible, dolorosa y provoca desamparo. Se nos fue una excelente persona que deja un vacío gigante en la redacción de la Agencia Télam, ese espacio reservado para los grandes periodistas, para los distintos. Sin dudas el “Chapu” ocupaba un
sillón en esa platea preferencial.
Con más de 25 años en la Agencia Télam, pasó sus últimos 16 años al frente de la elogiada sección
Policiales, donde formó, moldeó y condujo a un grupo de profesionales que siempre lo admiró por
su capacidad para ver la noticia antes que nadie.
Era capaz de enviar a un cronista a una cobertura aún sin mucha información, pero su instinto, su
sabiduría o vaya a saber qué, hacía que ese cronista llegue a una escena del crimen antes que
nadie, o a un fotógrafo a tener la imagen buscada por todos.
Fue uno de los primeros en ponerle palabras a la brutalidad machista, a la violencia de género:
hace muchos años le pidió a sus redactores que dejen de utilizar las palabras ¨crimen pasional”
para graficar un asesinato en un contexto familiar o de pareja. “Eso no es pasión. Pasión es otra
cosa”, decía. Es más, para esa misma época decidió empezar a utilizar el término “femicidio”
cuando aún pocos entendían de qué se trataba.
Entró como aspirante en la corresponsalía La Plata, donde es recordado por sus compañeros de
entonces y también por aquellos que ingresaron hace poco pero saben de él por anécdotas
inigualables.
Cubrió como nadie la investigación del crimen del fotógrafo José Luis Cabezas en 1997, para lo cual
vivió más de un año en Dolores. Por aquel entonces, más de un colega de otro medio aguardaba
con ansiedad que el “Chapu” publicará su crónica diaria para luego poder escribir la suya o salir al
aire. Lo que escribía el “Chapu” era una guía para otros. Así era él.
De allí surgen historias desopilantes que dibujan un personaje inigualable, como esa nunca comprobada que dice que utilizó un vaso de whisky como grabador para entrevistar una madrugada a Gregorio Ríos, el enigmático custodio de Alfredo Yabrán, cuando salía de los tribunales tras declarar por primera vez.
Fue testigo presencial de la “Masacre de Ramallo”, en 1999, cuando dos delincuentes salieron dentro de un auto de una sucursal del Banco Nación en la localidad de Villa Ramallo en el que estuvieron recluidos durante casi 20 horas con rehenes y quedaron a merced de las balas de decenas de policías que mantenían rodeado el lugar. Las imágenes quedaron registradas en las cámaras de televisión y en las crónicas imperdibles del “Chapu”.
Lector apasionado, era habitual que aconsejara a los nuevos periodistas o a quienes lo escucharan a que leyeran “Crimen y Castigo”, de Dostoievsky; “A sangre fría”, de Capote; los “Escritos del Viejo Indecente”, de Bukowski; o más acá, la saga del Inspector Wallander, de Henning Mankell. Era capaz de estar horas hablando de historia argentina, amante de los detalles de quienes hicieron grande a la patria.
Todos aprendimos algo del “Chapu”. Hoy el periodismo llora su partida prematura. Nadie entiende
por qué alguien así deja de acompañarnos en la redacción. Hace siete meses comenzó a combatir
esa dura enfermedad, la peleó siempre en compañía de su mujer Valeria. Hace cuatro días,
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