Panorama: Vidal, con una inesperada ayuda para una tarea sumamente difícil
(Por Andrés Lavaselli, de la redacción de DIB).
Tal vez sea un chiste el mejor modo de calibrar la centralidad que adquirió María Eugenia Vidal en su intento por empujar, en beneficio propio, una recuperación de Mauricio Macri en las encuestas: «es la candidata a la presidencia de la provincia de Buenos Aires», dice la broma de moda en pasillos políticos. Sin embargo, puede que nada la haya ayudado tanto en ese empeño como la irrupción de Aníbal Fernández en el mejor momento de la campaña de les Fernández y Kicillof.
A dos semanas de las PASO, hay encuestas bonaerenses para todos los gustos. Pero un promedio más o menos aceptado a ambos lados de la grieta da una diferencia entre Fernández y Macri de entre 7 y 8 puntos, con tendencia –más lenta en los últimos días- a recortar la distancia por parte del Presidente; y a Vidal entre dos y medio punto debajo de Kicillof. La polarización sigue altísima: más del 80%, con algo así como un 10% de indecisos.
Aunque el arrastre hacia abajo de Macri a Vidal –inverso para Fernández/Kicillof- es difícil de estimar con precisión, en La Plata concluyeron que para ganar, un objetivo que no creen poder conseguir con menos del 42% de los votos, sigue siendo clave que la gobernadora haga crecer al Presidente en su distrito. De ahí su protagonismo en la campaña, por momentos excluyente: en el territorio, en las redes, en los medios, que dio origen a la ocurrencia del principio.
Un objetivo básico de la ubicuidad de Vidal es instalar una agenda alejada de la economía. Pero, paradoja, justo la semana que pasó les Fernández y Kicillof, lograron filtrar esos temas en el debate con una eficacia que hasta ahora no habían tenido. Es cierto que Axel no logra retener todo el voto del tramo nacional de su boleta –lo que se explicaría porque el FdT tiene un voto PJ «tradicional» que lo esquiva-, pero su campaña superó el caos inicial y eso le da frutos.
A esta altura, además del empuje a Macri, en el equipo de Vidal miran detalles en busca de fuentes suplementarias de votos. Como se adelantó acá, una primera cuestión que tiene que ver con incrementar el nivel de participación en las PASO. El corte de boleta, por supuesto, se sigue trabajando. En ese plano, un consultor acercó un dato que provocó sonrisas en el entorno de Vidal: un 25% de sus consultados estaría dispuesto a usar la tijera.
El problema es que una cosa es la disposición y otra la acción: la primera es apenas condición necesaria, pero no suficiente de la segunda. Y ahí entra la política, que tiene herramientas conocida para inducir la transformación de una en otra. En ese plano, nadie descarta la proliferación de boletas cortas de Vidal en el cuarto oscuro, para captar a los votantes de Espert, sin candidato en PBA. Tampoco, que se reparta junto a la de Lavagna, cuyo candidato a gobernador no levanta.
Pero esas mañas podrían ser poco frente a la ayuda inesperada que podría representar, para Vidal, la vinculación de su figura con la del femicida Ricardo Barreda que hizo Aníbal Fernández. La frase es sin dudas desafortunada, por decir poco, aun cuando la campaña –y la conversación política previa- abundan en ejemplos de salidas de tono, como la asimilación del kirchnerismo con el nazismo que hizo Elisa Carrió o descripción de La Cámpora como una especia de cartel narco.
Sin embargo, la combinación del momento crítico del calendario con la reputación de Fernández y su relación con los medios de comunicación más importantes, convierten la intervención en un potencial «cisne negro» de esta campaña: ese evento inesperado, no predecible, que irrumpe y transforma de modo irreversible el escenario que había antes de él. No se sabe si la cuestión escalará tanto, pero el silencio del resto del FdT al respecto da una idea de la preocupación que causó.
Hay que tener en cuenta que Aníbal Fernández es una de las razones, tal vez la más importantes, del triunfo que transformó a Vidal en gobernadora en 2015. El rechazo de aquella elección es la única manera de explicar el corte de boleta de siete puntos (afectó especialmente a Felipe Solá, entonces postulante del massismo) que posibilitó la victoria de Cambiemos en provincia, antesala de la nacional. Ahora, sin que nadie lo llame, ese fantasma se corporizó de nuevo. Habrá que ver cuánto sigue asustando. (DIB)
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