Relatos para En Línea Noticias: La cueva, de Leo Yunger

Ediciones Independientes delaltillo ofrece la lectura de su catalogo: hoy, un cuento de “Monedas” el último libro de Leo Yunger.


Ediciones Independientes delaltillo invita a compartir relatos, cuentos, poemas y fragmentos de los libros de su catálogo.

Leo Yunger nació en Olavarría en 1988. Es antropólogo social y docente universitario. Vivió su infancia en esta ciudad y en Espigas, el pueblo natal de su familia. Fue alumno de las escuelas primarias 76 del Barrio Jardín y 30 de Espigas. Egresado del Colegio Nacional, continuó sus estudios y se graduó en la Facultad de Ciencias Sociales de Olavarría. A la par, desarrolló su actividad como escritor, obteniendo premios y menciones en certámenes literarios a nivel local, provincial y nacional. En 2019 con Ediciones Independientes delaltillo publicó “El gol a los agrónomos y otros cuentos”, su primer libro. A principios de 2021 salió a la venta “Monedas” también con el sello editorial delaltillo.

“Los cuentos de Yunger (Olavarría, 1988) tienen, además de esa picardía, una gran cuota de humor, humor futbolero y humor a secas. Son más bien realistas aunque a veces se piantan hacia lo fantástico”, escribió Carlos Verucchi para En Línea Noticias al momento de reseñar esta obra.

“Monedas” será presentado el 19 de marzo en el Centro Cultural San José y el 10 de abril en la Incubadora del Arte de la ciudad de Tandil. Hoy uno de los cuentos en exclusiva para los lectores de En Línea Noticias.

La cueva

Vos calculá que cuando vas a jugar a la cancha de los vascos, en el Prode del partido te ponen: Local, Empate o Violencia. Bueno, yo ese día estaba insoportable. No me podían parar. Sentime: ni bien empezó el segundo tiempo arranqué con la pelota por la derecha, pasando unos metros la mitad de la cancha. 

En el entretiempo, el viejo Gorostilarra me había mandado a marcar por dos. ¿Viste que los bancos de suplentes están casi pegados? Si los equipos toman agua del mismo bidón porque no entran dos. ¡Pá, que estaban amontonados! ¡Reíte hermano! La cosa es que al estar tan cerca te comés la cagada a pedo de los dos técnicos. Y yo escuché clarito, pero clarito ¿eh?

—Vos Luis y el Changuito me lo agarran al wing de este lado, el de la derecha, porque nos está dando un pesto, que es impresionante el pesto que nos está dando. Lo agarran del cogote, lo pellizcan, lo muerden, lo que sea, pero parenló —dijo el viejo.

Yo me hacía el sota ¿viste? como que no escuchaba. Pensé: de entrada, la salmuereo un poco nomás, como para que ya se vayan engranando. Les tiro algún firulete como el brasilero este de la propaganda. Tampoco los quería sobrar mucho porque iban a querer cortarme en pedacitos y hacer chorizos. Como cuando lo sacaron al Pirolito corriendo por el medio del campo, ¿te acordás? Si vos estabas, ¿cómo que no? Que se armó quilombo y los vascos lo querían descoser a golpes, che. Menos mal que saltó el alambre limpito y le metió campo adentro como gato quemado. No lo pudieron agarrar, si no me lo achuran pobre Pirolito.

Bueno, como te estaba diciendo. Sentime: agarré el fóbal por la derecha, pegado a la raya, le hice un caño al tres. Después lo desparramé al otro pobre cristiano con un amague. ¡Qué! una vez que arranqué, andá a pararme. Corrí como noventa metros con la pelota, a una velocidad que ni me olían los pedos. Me frené cerca del palo del córner, ¿viste?, como para esperarlos y divertirme un poco más. Y allá venían che, cuatro o cinco, directamente a partirme.

Entonces qué hice para no hacerme pegar de gusto: se la pasé al Ernesto Gaitán. ¿Viste el que está con el Viejo Peuchele picando allá en Los Ñanduces? El petiso, che. El que dicen que se vino escapado de Buenos Aires. El Ernesto. Bueno, si lo ves, lo conocés. Se la di al petiso y la fui a buscar así, en diagonal, ¿viste? como para que me la devolviera. Al Ernesto lo fueron a apurar y me la tiró como de acá al mostrador. O más lejos. Pobre, tampoco le podía exigir que me la pasara como se la pasé yo: redondita al pie, mansita como agua de tanque. Aparte me la tiró fuerte, ¿viste? como a esta altura. Salté y la dormí con el pecho. Antes de que cayera al piso, empecé a amasarla. Para esto ya estaba metido en el área. Me marcaban como de a ocho o nueve. Si me tocaban era penal. En un momento sentí un rodillazo en las paletas. Después un codazo en la pera. Me dolieron, no te voy a decir que no. Pero no quise tirarme. ¿Para qué? ¿para que cobren ful y hacer el gol de penal? ¡Ni en pedo! Yo ya estaba viendo que iba a ser un golazo de aquellos. 

Entonces le tiré un sombrerito al dos. La pelota le pasó por arriba. ¡No sabés cómo le pasó! Me quería matar el vasco. Ahí la empecé a amasar con el mate. ¡No me la podían sacar hermano! Cuando alcancé a ver de reojo que venía el arquero echando putas, se la tiré también de sombrerito. Claro, el flaco venía en carrera y cuando quiso saltar para agarrar el fóbal, medio como que se descoyunturó en el aire. ¡No se la esperaba! Parecía un títere a los manotazos. La pelota entró al arco picando contenta, como diciendo: gracias hermano por jugar así.

Salí corriendo para festejar el gol y además porque ya estaba viendo que se me venían encima todos los vascos. Por sobrarlos sería, andá a saber. Yo juego siempre igual, vaya ganando o perdiendo. Me gusta jugar así, ¿qué querés que haga? Pero se me venían ¿viste?, eran como veinte o treinta ya decididos a molerme a palos.

Entonces piqué para el lado del campo. Qué mierda, se me hacía eterna la cancha. Hasta que por allá alcancé a saltar el alambrado y escuché que me chistaban de entre los pajonales.  Era Pirolito, ¿podés creer? La cueva no es un lujo pero por lo menos se vive tranquilo, qué va a hacer.


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