Micromenipeas | Costo de producción

Como cada semana el escritor Guillermo Del Zotto recrea un antiguo género satírico en versión microficción. Hoy: el arte de ir del infierno al cielo.


Hubo almas que, durante el proceso de sus creaciones, pasaron del infierno al cielo. ¿Quizás como exagerado costo?

El caso del poeta francés Arthur Rimbaud es tomado como el gesto absoluto. En el sentido que utilizó un par de años de su casi adolescencia para la revulsión completa de la poesía. Para luego emprender el viaje que lo llevó a traficar esclavos y no acercarse nunca más a la palabra escrita. Ajusticia Cortázar: “¿Por qué no se mató Rimbaud? Es que, en realidad, se mató. Lo que queda de él es una costumbre de vivir, de viajar; un recuerdo corporizado, un retrato vivo”.

Más allá de este gesto que se completa, hay muchos casos en los que la metamorfosis continuó desarrollándose en los cuerpos que a su vez creaban el cuerpo de la obra.

Nicolai Gogol, el gran novelista ruso, sufre el cambio tan intensamente cuando revisa la segunda parte de “Almas muertas”, que “sus preocupaciones y autorreproches con ansiedades hipocondriformes y místicas” lo lleva a “un arrebato de autoexecración” por lo que decide quemar los originales de la segunda parte de su novela. Y muere “finalmente tras continuado ayuno y rechazo de cualquier alimento”. ¿Depresión psicótica? Es una síntesis científica e injusta quizás.

Por su parte, la transformación de Hermann Hesse de “Demian” a “La ruta interior” sucede sobre una ruta más suave y armoniosa. Por suerte dejó una extensa autobiografía y es mejor remitirse a las fuentes: “Cuando empezó a manifestarse el nuevo cambio en mis escritos y en mi vida, muchos de mis amigos sacudieron la cabeza. Muchos también me dejaron. Esto formaba parte de la imagen cambiada de mi vida, igual que la pérdida de mi casa, de mi familia y de otros bienes y comodidades. Fue una época en la que cada día me despedía, y cada día me asombraba de poder soportar también lo que me seguía pasando y seguir viviendo, y de seguir amando siempre algo de esta extraña vida que sólo parecía traerme dolor, decepciones y pérdidas”.

Alguien que decidió ser evidente en sus cambios a través de sus poemas y dibujos fue William Blake. Como un Rimbaud interesado en que los demás se enteren. Quizás por eso ya en 1793 declara casualmente en “Las bodas del cielo y el infierno”: “Si las puertas de la percepción se depurasen,/todo aparecería a los hombre como realmente es: infinito./Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver/todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna”.

Dostoievski, otro atormentado cambiante, alguna vez ayudo a su propio vértigo esgrimiendo que “el corazón del hombre es el campo de batalla entre Dios y el Diablo”. Todo parece indicar que lo único que cambian son los recaudos y lo que permanece inexorable es el camino.

La menipea es un género seriocómico, derivado de los diálogos socráticos y con inicios en la obra de Antisfeno aunque  debe su nombre a uno de sus exponentes: Menipo de Gadara.

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