Micromenipeas | Contra todos los males de este mundo
Como cada sábado el escritor Guillermo Del Zotto recrea un antiguo género satírico en versión microficción. Hoy: zoología spinetteana.
Para Tania
Luis Alberto Spinetta, en una de sus grandes letras, dice buscar a un enorme dragón en su morada entre las ruinas de oro o a un viejo tiburón en las profundidades del mar de la sangre, para extraer de sus corazones el antídoto contra todos los males de este mundo.
En esa canción se sintetiza una búsqueda particular de Spinetta que tiene que ver con la inocencia y la poética de la monstruosidad. De la creación, en sus relatos, de seres de una mitología propia. Y cuya marca de registro figura hecha en Haedo , como la nave de fibra del querido Capitán Beto.
Spineta ha declarado “Desde un comienzo está la misma presencia. Por ejemplo en ´Los elefantes´ y en “Hermano perro”, de Almendra. Igual que en una serie de canciones de discos más recientes, como ´Dos murciélagos´, ´Cisne´, ´La verdad de las grullas´ o ´Abrázame inocentemente (del lémur a la boa)´. Son temas en los que está esa famosa idea de transposición indirecta, subjetiva, donde les hacemos hacer y decir a los animales como si fueran el lobo de Caperucita Roja. Los animales son los que expresan los deseos humanos y los hacemos actuar como si pensaran como nosotros. Esa temática se pone en juego en estas canciones”.
Más allá de la original concepción de Spinetta sobre el reino animal (en el cual se quiere incluir como humano), su imaginación a promovido otro tipos de seres en los que la fronteras de los reinos se diluye. En “La aventura de la abeja reina”, por ejemplo, podemos presenciar una de las mas imaginativas historias de terror contadas por un cantautor. Y en la que la narración avanza con la abeja en primera persona.
El mismo Flaco atribuyó a su hijo Dante, cuando era pequeño, la letra de “El mono tremendo”. Otro esperpento que asoma: “había un maquinista de locomotora vieja y duradora, y se calentó y se transformó en: El mono tremendo (…) el mono tremendo se viste ¿con qué? con piel de búfalo asado”.
La poesía selvática, a lo Horacio Quiroga, torna para el lado de un bestiario muy particular. Con parangón en algunos cuentistas del género. Y a pura metáfora nos encontramos con El hombre de lata (“Ojos sin diablo, sólo te comes lo que es herido”). Aves metafísicas: “Ya te has ido de mis sicocisne, amarrado a no se qué caniche”. El inefable Hombre de Hielo que “es como un dios, un nuevo pope, es un helado de limón, es una larga historia y quien detenga su poder será nomás lo natural ¿o la mandrágora?”. Y sigue una larga lista.
En la búsqueda del antídoto, Spinetta no dejó de probar con sus experimentos. Quizás en esta reflexión de una de sus letras se resuma casi todo: “no sé si los perros piensan pero a veces parece que se sentaran a pensar. Y Amapola tenía eso, parecía una persona. Entonces me puse a reflexionar y me di cuenta de que, en realidad, ella era un niño que había sido perdonado de ser un humano”.
La menipea es un género seriocómico, derivado de los diálogos socráticos y con inicios en la obra de Antisfeno aunque debe su nombre a uno de sus exponentes: Menipo de Gadara.
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