Opinión/ Aprender del error
Otro domingo y Carlos Verucchi nos propone reflexionar.
Algunos descubrimientos científicos de gran impacto para la historia de la humanidad fueron hallados por error o por accidente. Uno de los casos más conocidos es el de la penicilina. En 1928, Fleming desarrollaba en el sótano de un hospital londinense estudios en torno al desarrollo de antibióticos. Luego de tomarse un mes de vacaciones retornó a su laboratorio y observó que había olvidado placas con cultivos de bacterias. El tiempo transcurrido a partir de su descuido, hizo que cierta clase de hongos vinculados con el Penicillium actuaran matando a las bacterias y abriendo un camino vertiginoso hacia el desarrollo de los antibióticos que estaba buscando.
El físico Henri Becquerel, por su parte, descubrió la radioactividad al notar cierta luminiscencia provocada por sales de uranio cuando entró a su laboratorio a buscar algo que había olvidado y, en el apuro, no encendió la luz.
Obviamente, las circunstancias azarosas que rodean a estos descubrimientos no van en desmedro de la genialidad de los científicos. Es que para acompañar al azar fue necesario, primero, haber hallado el camino correcto en la investigación y, segundo, lograr interpretar un fenómeno en principio inexplicable y vincularlo con el conocimiento preexistente.
Pero estos azares del destino no están restringidos sólo al campo de la ciencia. En sus memorias, el escritor argentino Ricardo Piglia revela una anécdota que le contó Gerardo Gandini ―famoso pianista de Astor Piazzola― sobre un comentario que alguna vez hizo el autor de Adiós Nonino.
En las largas giras por Europa, entre función y función, Gandini y Piazzola tomaban mate en la habitación de un hotel mientras oían un disco del músico brasilero Hermeto Pascoal. El virtuoso pianista había incluido en su disco una versión de “El día que me quieras”. Con una particularidad, por equivocación había puesto un re menor donde debía ir un la. Gandini y Piazzola notaron el error. Piazzola ―dice Piglia que dijo Gandini―, comentó como al pasar que ese error abría una puerta para renovar el tango tradicional. Piazzola “ve en esa equivocación una música futura, la posibilidad de alterar deliberadamente la emoción del tango, y a partir de ahí improvisar una versión más libre que siguiera los caminos no explorados de la melodía”.
Tal vez debamos al fallido de Pascoal toda la corriente vanguardista que permitió que el tango se renovara y perdurara. Y llegara intacto hasta nosotros.
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