Opinión / Pinochet está de vuelta

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias ([email protected])

― Pero, ¿cuánto tiempo hace que está Piñera en el poder?

― Año y medio.

― ¿Y en tan poco tiempo llevó al país a esta situación?

― No, los gobiernos anteriores también habían hecho lo suyo.

― ¿De qué partido era el gobierno anterior?

― Socialista, entre 2014 y 2018 gobernó Michelle Bachelet, quien también había sido presidenta entre 2006 y 2010, hija de un antiguo funcionario de Allende, perseguida, secuestrada y torturada durante la dictadura y luego exiliada en Alemania.

― Es decir que los socialistas y la derecha de Piñera aplican las mismas políticas económicas…

― Ehhh, te diría que sí.

Palabra más, palabra menos, este diálogo está tomado de un grupo de Whatsapp que comparto con chilenos, argentinos y otros latinoamericanos a los que nos une la misma profesión.

No es para nada sencillo explicar la situación política de Chile. Algunas explicaciones, incluso, hay que ir a buscarlas bien lejos en el tiempo. El principio de acción y reacción, de aplicación en el campo de la física, nos dice que a toda acción (fuerza sobre un cuerpo) se le opone una reacción igual y contraria que intenta mantener al cuerpo ya sea en reposo o a la velocidad a la que se movía antes de la acción. En cierto modo es posible aplicar este concepto a las ciencias sociales. Durante la década del 70, cuando la izquierda de toda Latinoamérica tenía muchos adeptos y aspiraba al poder, tanto a través de mecanismos democráticos como por la fuerza, fue justamente en Chile donde más lejos llegó. Salvador Allende alcanzó la presidencia en el año 70, promovido por una coalición de partidos de izquierda. La reacción llegó tres años después cuando Augusto Pinochet encabezó el golpe de estado y, tal como lo advierte la mecánica newtoniana, tomó una dimensión proporcional a la causa que la había provocado.

Nunca terminó de irse Pinochet. Gobernó como dictador desde el 73 hasta el 90, año en el que abrió paso a lo que podríamos llamar una democracia tutorada por él mismo y totalmente restringida. La nueva constitución que promulgó en tiempos de la dictadura incorporaba, por ejemplo, la figura de senador vitalicio. Un tercio del Senado estaría compuesto por senadores vitalicios nombrados por él mismo, y entre los cuales, estaba él como uno de los autoproclamados. La constitución tenía otras restricciones, escritas o no pero aplicadas de hecho, como la imposibilidad de que el Partido Comunista accediera nuevamente al poder o que se intentara salir del aparentemente exitoso modelo económico aplicado durante su mandato.

El modelo económico impuesto durante su gobierno había sido diseñado por el economista Milton Friedman en la Universidad de Chicago y se puso a prueba justamente por primera vez en Chile. Con el tiempo, se empezó a designarlo en todo el mundo con el nombre con el que hoy se lo conoce: neoliberalismo. Dentro de ese modelo, la alternancia en el poder de socialistas, demócratas cristianos o partidos declaradamente pro pinochetistas o de derecha, sólo se ha manifestado en los hechos a través de meros matices. Nunca, a ningún gobierno, fuera del signo que fuera, y tanto por convencimiento genuino como por temor a desequilibrar el pseudo proceso democrático, se le ocurrió salir del modelo y adoptar otros modelos alternativos que se mostraban exitosos en la región.

Desde que se adoptó el modelo neoliberal, en Chile hay dos indicadores que no han dejado de crecer: el PBI y el nivel de desigualdad de la población. Tal como observamos en los años 90 en Argentina, este modelo necesita, para poder aplicarse, de una importante fracción de ciudadanos marginados y desocupados o parcialmente ocupados que sirvan como aleccionadores del resto. Siempre hay un conocido que se quedó sin pega (perdió el trabajo), esto limita inconscientemente las expectativas o las pretensiones laborales de quienes, por ahora, y gracias a dios, tienen un ingreso que les permite llevarle un plato de comida a su familia.

La educación pública en Chile es privada en todos sus niveles, (si bien existe la escuela pública, las chances de alcanzar con éxito estudios universitarios posteriores se reducen drásticamente respecto a quienes cursan sus estudios en instituciones privadas). La salud pública es deficitaria, la educación universitaria costosísima, el transporte pública caro y malo…

Y un día esa bomba de tiempo estalló, sólo faltaba que alguien encendiera una mecha. Un presidente multimillonario ordena aumentos de tarifas a mansalva mientras pasea por el mundo mostrando los grandes logros del “milagro chileno”. Los jóvenes de su país lo miran absortos, y como no habían vivido los tiempos de la dictadura y por lo tanto desconocían los mecanismos represivos de la policía y del ejército, se organizan en la desorganización misma y lo ponen en jaque.

Pero de la misma manera que los jóvenes chilenos no tenían noción sobre el grado de violencia que las fuerzas del orden podían esgrimir, las fuerzas del orden tampoco tenían noción del arma secreta de los manifestantes: los teléfonos celulares. Las imágenes que circulan por todo el mundo dando cuenta de los atroces procedimientos que utilizan los carabineros para reprimir, junto con las denuncias sobre violaciones, desapariciones y asesinatos por parte de la policía son motivo más que suficiente para que Piñera renuncie.

Llama poderosamente la atención que a la mayoría de la opinión pública le parezca normal que la policía use palos (sí, palos) para encausar a los manifestantes. Es la misma opinión pública que se desgarra las vestiduras cuando manifestantes arrojan piedras o marchan con la cara cubierta. Arrojar piedras y azotar a palos son, ambos, procedimientos cavernícolas.

Pero intentemos aclararnos las ideas, en definitiva para eso escribimos y leemos. No debería, de ningún modo, ponerse en pie de igualdad el recurso desesperado de quien no es escuchado y padece años de frustración, de quien se siente una carga para la sociedad y a quien le han robado hasta los sueños, con la acción fríamente diseñada y planificada, concebida con criterio profesional, de quienes han sido elegidos en sus funciones para garantizar el bienestar del pueblo.

Como siempre, preferimos mostrarnos indulgentes con los excluidos del modelo que arrojan una piedra, e implacables, con el poder político que manda a que los muelan a garrotazos.

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