Celebrar con alegría
Escribe: Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
De las catequesis del papa Benedicto XVI: En las celebraciones pascuales: “celebramos al Dios que se ha hecho hombre, que padeció, murió, fue sepultado y resucitó. Celebramos la victoria definitiva del Creador y de su creación. Celebramos este día como origen y, al mismo tiempo, como meta de nuestra vida. Lo celebramos porque ahora, gracias al Resucitado, se manifiesta definitivamente que la razón es más fuerte que la irracionalidad, la verdad más fuerte que la mentira, el amor más fuerte que la muerte”.
“Celebramos la vida nueva recibida en el bautismo, fuerza de Dios que quiere transformar nuestro corazón, para que seamos realmente hombres y mujeres de Dios y para que su paz actúe en este mundo. Al renovar las promesas bautismales se nos exhorta de alguna manera apartarnos de los caminos equivocados, en los que tan a menudo nos movemos con nuestro pensamiento y nuestras obras. Nos reorienta a dirigirnos a Jesús, que es el camino, la verdad y la vida a, levantarnos interiormente hacia lo alto: hacia la verdad y el amor. Damos gracias al Señor, porque en virtud de la fuerza de su palabra y de los santos sacramentos nos indica el itinerario correcto y atrae hacia lo alto nuestro corazón. Señor, haz que nos convirtamos en personas pascuales, hombres y mujeres de la luz, llenos del fuego de tu amor”.
“Celebramos lo que creemos y renovamos nuestro personal: ¡”Sí creo”! Sí, creo que el mundo y mi vida no provienen del azar, sino de la Razón eterna y del Amor eterno; han sido creados por Dios omnipotente. Sí, creo que en Jesucristo, en su encarnación, en su cruz y resurrección, se ha manifestado el rostro de Dios; que en él Dios está presente entre nosotros, nos une y nos conduce hacia nuestra meta, hacia el Amor eterno. Sí, creo que el Espíritu Santo nos da la Palabra de verdad e ilumina nuestro corazón. Creo que en la comunión de la Iglesia nos convertimos todos en un solo Cuerpo con el Señor y así caminamos hacia la resurrección y la vida eterna. El Señor nos ha dado la luz de la verdad. En esto consiste la verdadera alegría: es sentir que nuestra existencia personal y comunitaria es visitada y colmada por un gran misterio, el misterio del amor de Dios. La fuente de la alegría es el gozo de Dios. Y puesto que lo más noble que podemos amar, después de Dios, es al mismo hombre, la felicidad está estrechamente relacionada con la amistad con Dios y con los demás”. (Benedicto XVI).
(*) Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
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