Esperando la lluvia


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

El sábado pasado se entregaron en el Centro Cultural de la Ciencia, en el barrio de Palermo de la ciudad de Buenos Aires, los premios INNOVAR 2023. Premios que desde hace 18 años se distribuyen entre distintos innovadores con el fin de alentar desde el Estado la búsqueda de productos originales, el agregado de valor a productos primarios, el desarrollo de metodologías novedosas de fabricación, adelantos en medicina, alimentos, etc.

En esta oportunidad, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Daniel Filmus, encargado de entregar los premios mayores, ofreció un discurso que resume la cara oculta (o mejor dicho ocultada) de ese movimiento social y político que ha entrado en nuestra historia con el nombre de kirchnerismo.

Con miles de dificultades, con errores de todo tipo, con idas y venidas constantes y ante circunstancias adversas en muchos casos, el kirchnerismo (dentro del cual el mismo Filmus es uno de los exponentes ideológicamente más puros) ha avanzado sin pausa en el intento de sacar a la Argentina del modelo de producción primaria y apuntalarla como una nación en vías de industrialización.

Aprovechando que el premio mayor de INNOVAR 2023 fue concedido al desarrollo de un acelerador de partículas presentado por un investigador del Instituto Balseiro, Filmus se explayó en datos concretos sobre los ingresos económicos que obtuvo el país en estos últimos años a partir de la exportación de reactores nucleares para uso médico. La experiencia alcanzada por ese triángulo virtuoso formado por el CONICET-Comisión Nacional de Energía Atómica, la empresa INVAP y el Estado, constituye apenas una muestra de lo que podría lograrse si ese modelo de desarrollo se replicara en otras áreas y se sostuviera en el tiempo.

En el mismo acto de premiación, el sábado pasado, se presentaron proyectos innovadores propuestos por estudiantes de escuelas técnicas de todo el país. Dos proyectos seleccionados por cada provincia fueron expuestos bajo la consigna de dar valor agregado a productos regionales o bien atender necesidades puntuales de la zona de residencia de cada colegio. Repasando la historia argentina de las últimas décadas, Filmus mencionó la desaparición de las escuelas técnicas en la década del 90 y la posterior recuperación en 2005. Durante aquellos años, señaló el ministro, las escuelas técnicas realmente eran un gasto innecesario teniendo en cuenta que el modelo de país propuesto desestimaba el desarrollo de la industria nacional. Sin un modelo de crecimiento industrial, no necesitamos ni técnicos ni ingenieros.

Tal como venimos sosteniendo a través de esta columna durante años, resulta muy llamativo que en nuestro país todavía se discutan obviedades como ésta. Nunca se lo hace abiertamente, claro, sino a través de chicanas como las críticas al CONICET y simplificaciones extremas. No existe en el mundo ningún ejemplo de país que haya crecido sostenidamente y con equidad por fuera del modelo industrializador. La contracara de ese modelo, y voy a ejemplificarlo con la metáfora que usó el propio Filmus, implica tener que aprender a bailar la danza de la lluvia. En caso contrario, estaremos condenados, de igual manera a como lo estaban los egipcios que iniciaron la agricultura a orillas del Nilo hace cuatro mil años, a la azarosa sucesión de años de sequía y años lluviosos.

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