La niña de la calesita


Escribe: Arq. Jorge Hugo Figueroa.

Recuerdo tener unos 4 o 5 años, caminando de la mano de mi madre, por el inmenso cementerio de La Plata. Era una tarde primaveral, habíamos visitado la tumba de uno de mis abuelos.


Los cipreses se mecían suavemente saludando a las almas que partían.
Uno de los sepulcros llamó mi atención, tenía una cúpula transparente en el piso, delante de la lápida y dentro había una pequeña rosa de plástico.


“Ahí descansa el cuerpo de una nena desde hace algunos meses”, dijo mi madre. Y mientras observábamos la pequeña escena me contó su historia.


“Era otoño en la ciudad y a la plaza del barrio había llegado una calesita. Se trataba de un grupo de personas que iba armando la calesita de plaza en plaza, de ciudad en ciudad, tal como lo haría un circo. Un domingo la mamá, cansada de los pedidos de su hija la llevó a la calesita y feliz de la vida se subió en cada animalito que pudo hasta llegar a un regordete patito naranja. El mismo al que una vez te subiste vos, me recordó. En fin, luego de dar varias vueltas la nena dio un grito y empezó a gritar “el pato me mordió”. De su pierna caía un pequeño hilo de sangre. Aparentemente una astilla se le debía haber clavado”.


“La limpiaron un poco con un pañuelo y la sangre dejó de correr. Sin embargo, horas después se empezó a sentir débil y la llevaron de urgencia al Hospital del niño. Pero el tiempo había corrido muy rápido y murió en aquel atardecer. Muy preocupado el médico de guardia ordenó una autopsia. Se pensaba en varias opciones mientras los resultados de los análisis estaban por arribar a una conclusión.”


“La muerte se produjo por la mordedura de una serpiente y muy probablemente haya sido una yarará. Sin pensarlo más salieron raudos en la noche a buscar la calesita. Despertaron a los dueños y luego de desarmar el pato naranja, el reptil mostró salvajemente las fauces de la muerte”.


“La noticia inundó los titulares al otro día y pronto cuadrillas de trabajadores municipales salieron a ubicar todas las calesitas de la ciudad y a pesar de la resistencia de los dueños, analizaron cada recoveco.”
No encontraron ninguna serpiente más.


Un sudor frío me lleva de nuevo a la plaza del barrio porque, a pesar de los años, aún recuerdo, o lo soñé, no sé… que estaba en girando en la calesita tratando de sacar la sortija para ganar unas vueltas extras y cuando estuve por agarrarla, una manito rosada la atrapó antes que yo. Decepcionado me detuve a ver a la niña que iba sentada delante y que en un instante de Sol se vaporizó.


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