Micromenipea | El dedo en la metáfora

Como cada semana el escritor Guillermo Del Zotto recrea un antiguo género satírico en versión microficción.  Hoy: el cómo no es el qué.

Es época de cazadores de símbolos. Dedos en alto o chistes malos tiene un ejército de interpretadores que saben que hay espectadores para las interpretaciones mas insólitas. Porque ya no se leen argumentaciones sino que nos hipnotizamos con la cáscara de lo que se dice o gesticula.

Una comparación puede ser puramente estética y de forma o simbólica y abstracta. Lo que no puede es fallar. La metáfora es reversible en una sola dirección. No nombra lo que dice pero no dice otra cosa que lo que no nombra.

Miguel Hernández, por tomar un  ejemplo pequeño de su gran  “Nana de la cebolla”, sabe imaginar a su hijo al que no conoce: “Al octavo mes ríes/con cinco azahares./Con cinco diminutas/ferocidades.(…)Frontera de los besos/serán mañana”. Todas las imágenes, estéticas o simbólicas, dicen y solo dicen una palabra: dientes.

La espada metafórica de Pablo Neruda fue quizás una de las mas afiladas y populares armas contra el poder. En la película “Il postino” queda graciosamente demostrado el poder de la metáfora ante la futura suegra del cartero.

Como maquinarias de matanzas, a veces el poder también  maneja el artilugio de la metáfora. Han llegado a elaborar metáforas sin poesía. Como la gerencial idea de que todos estamos en el mismo barco. Por suerte Neruda tiene su propio barco. Y en esa poesía aclara: “Pero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundo/por qué, por qué no nos dejan sentarnos y comer? (—)Todos llegábamos del mismo sitio.(–) Y ahora nos salen con que no podemos, que no hay sitio en el barco,(…)Si es una broma triste, decídanse, señores,/a terminarla pronto,/a hablar en serio ahora./Después el mar es duro./Y llueve sangre”.

La suegra del cartero se convierte en víctima de su propia negación a la metáfora, a partir de sus propias metáforas. La metáfora no es atributo exclusivo de la lírica. Los goles de Messi son lo mas parecido a la poesía no escrita. Debe haber trolls ansiosos por aprender metáforas para impedir que pensemos de qué somos la metáfora nosotros mismos.

Vivir una metáfora quizás también sea encontrar un encastre que nos satisface, el unir de piezas que, como  estaban, no decían nada. Y ahora se acomodan.

Porque la mayoría de las veces, como diría José Sbarra, nada coincide con nada

“y la luna se pavonea

como un trasatlántico

que está de fiesta”.

La menipea es un género seriocómico, derivado de los diálogos socráticos y con inicios en la obra de Antisfeno aunque  debe su nombre a uno de sus exponentes: Menipo de Gadara.

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