Nuestra Señora de la Candelaria

Escribe: Hilda Cela, Voluntaria  de  la  Inmaculada, Tandil.


Nuestra Señora de Candelaria, es una advocación mariana de la religión católica que tiene su origen en Tenerife (España). Su etimología deriva de candelero o candela que se refiere a la luz: la Luz Santa que guía hacia el buen camino y la redención y aviva la fe en Dios. Su festividad se celebra, según el calendario litúrgico, el 2 de febrero. Y en ella se recuerda la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén después de su nacimiento y la purificación de María. Esta fiesta, se celebra con diversos nombres: la Presentación del Señor, la Purificación de María, la fiesta de la Luz y la fiesta de las Candelas; todos estos nombres expresan el significado de la fiesta. Cristo la Luz del mundo, presentada por su Madre en el Templo viene a iluminar a todos como la vela o las candelas, de donde se deriva la advocación de la Virgen de la «Candelaria».

         Es patrona de las Islas Canarias y se la clasifica como una Virgen negra. Su devoción tiene mucho arraigo en otras partes de España, y en países como  Bolivia, Colombia, Cuba,  México, Perú, Venezuela y otros. Asimismo, su  patronazgo  se  extiende  a  varias ciudades y países de América y de otros continentes.                                                                                                                                                   

            Decía el papa San Juan Pablo II: “Es la fiesta de la Luz: Cristo que ilumina en profundidad el misterio del hombre, es un día para recordar nuestro Bautismo. Demos gracias hoy por la Luz que está en medio de nosotros. Este día es la fiesta de Jesucristo y es también la fiesta de María su madre. Ella lleva al Niño en sus brazos. También en sus manos Él es la luz de nuestras almas, la luz que ilumina las tinieblas de la conciencia y de la existencia humana, del entendimiento y del corazón”.

            En ésta fiesta, de La Presentación, siempre viene a mi mente un bello recuerdo. Cuando, fuimos  por primera vez al templo con mi hija menor, fue una acogida a toda nuestra familia cuando entramos al templo, un querido sacerdote; la nombró, fue un  momento simple, pero para mí inolvidable,  un gesto simple, que estremeció mi alma.   

            Celebrando  a  Nuestra  Señora  de  la  Candelaria, contemplamos el  valor  de la  entrega   de  la Madre  y  del  Hijo: “El mismo amor, asocia al Hijo y a la Madre; el mismo dolor los une y la misma voluntad de agradar al Señor los mueve” (Prefacio de la misa de esta Fiesta), porque,  como nos  recuerda  el  papa  Francisco: “La capacidad de asombrarnos por las cosas que nos rodean favorece la experiencia religiosa y hace que el encuentro con el Señor sea fructífero.  Que la Virgen María nos ayude a contemplar todos los días en Jesús el don de Dios para nosotros, y que nos dejemos envolver por Él en el movimiento del don, con gozoso asombro, para que toda nuestra vida se convierta en una alabanza a Dios al servicio de nuestros hermanos”.

(*) Hilda Cela, Voluntaria  de  la  Inmaculada, Tandil.

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