Panorama político bonaerense: El tiro por la culata
Efecto bonaerense el acto que encabezó Fernández en Esteban Echeverría. El juego de los contrastes internos. Kicillof, más acentuado. En Juntos, Macri es eje de controversias. y Santilli quiere una foto diferenciadora con la UCR
Por Andrés Lavaselli
El viernes negro de Alberto Fernández, marcado por el papelón del fallido anuncios sobre las retenciones tuvo, casi en simultáneo, un episodio de mayor profundidad política, con impacto nacional pero epicentro bonaerense: el fallido acto de Esteban Echeverría-en teoría una movida para sostenerlo en la pelea contra Cristina Kirchner- terminó por revelar que el Presidente carece, hoy, de apoyos significativos en el territorio electoralmente más importante del país. La oposición, mientras tanto, sigue inmersa en un baile de desconfianzas y hasta podría haber un mayor distanciamiento interno, justamente Buenos Aires, el territorio desde donde se emitió una engañosa foto de unidad.
Cuentan cerca de Axel Kicillof que a Gobernación llegó una invitación formal de la UOCRA para que Kicillof se sume al contingente de dirigentes que, se suponía, iba a acompañar al Presidente a la tierra que gobierna Fernando Gray, el enemigo de Máximo Kirchner en el PJ Provincial. Nadie la respondió, ni tampoco nadie llamó desde la Casa Rosada para chequear nada, pero el faltazo estaba claro por lo menos 48 horas antes del evento. Ese mismo vacío se replicó a nivel del resto de los gobernadores peronistas (es dudoso que el sanjuanino Sergio Uñac, el único que estuvo, supiese que sus pares no iban), intendentes y hasta miembros cristnistas-camporistas del gabinete que, en los papeles, comanda Fernández.
Ante ese escenario, la pregunta que casi nadie en el peronismo puede responder es por qué siguieron adelante con una movida que causó, en la práctica, el efecto inverso al que buscaba: en vez de transmitir respaldo y fortaleza, exhibió debilidad y falta de acompañamiento. En la provincia, lo sintieron sobre todos coroneles como Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta.
El Frente de Todos, nadie lo ignora, está tensionado por una interna en la cual lo que pierde un sector, lo gana el otro. Por eso, el contra-acto que armó la cristinista Anabel Fernández Sagasti en Mendoza terminó beneficiado por contraste. El otro efecto espejo es personal, o de liderazgo interno: en la Provincia, quedó claro, el peronismo no se mueve un clavo sin la venia de la Vicepresidenta.
Kicillof, que es por su parte uno de los pocos puentes posibles (los otros son “Wado” De Pedro y Sergio Massa) entre Alberto y Cristina, se beneficia también del crescendo de tensiones. Es que en la lógica de ese juego, Martín Insaurralde, el jefe de Gabinete que había llegado como rueda de auxilio impuesta por CFK después de la derrota de 2021, comienza a reconocer, en voz muy baja aún que tal vez este no sea el momento de su candidatura a Gobernador. Con la provincia como retaguardia de una pelea que a nivel nacional podría protagonizar Alberto con o sin interna (“Wado”, Masa, Capitanich anotados ahí) la provincia es vista como la retaguardia a asegurar. Y el Gobernador, que no se hace mucha ilusión con un cambio de dirección económico que mejore el horizonte electoral nacional, es la opción más segura.
Juego de desconfianzas
En Juntos, las desconfianzas reales contradicen la foto de pretendida unidad que se armó en La Matanza: sin Macri, que estuvo ausente, no hay acuerdo de convivencia posible en la Provincia. Lo demostró la renuncia de Néstor Grindetti al rol de negociador con Axel Kicillof después de que el expresidente le bajara el pulgar a un acuerdo para avalar un acuerdo para modificar el régimen jubilatorio del Banco Provincia. Grindetti estuvo el lunes con Macri y limaron asperezas personales, pero las desconfianzas perduran: las tensas negociaciones para avanzar en la Legislatura con el reparto de cargos para la oposición lo demuestran. Nadie quiere, ahora, ser acusado de “colaboracionista” por el expresidente.
Lo esencial, cuentan en Juntos, es que Macri, enfrascado en su obsesión nacional (incluido el rompe cabezas que significa Javier Milei) aparece alejado cada vez más del radicalismo. Y, por extensión, del destino de su fuerza en la Provincia. En esa lógica hay que entender la determinación de Diego Santilli de dar una señal pública de cercanía con referentes de la UCR, que el viernes celebra su Convención en La Plata. Facundo Manes, fastidiado con Macri y contenido por Maximiliano Abad, el presidente de la UCR provincial, es una foto que Santilli ambiciona. Abad podría habilitarla, aseguran cerca suyo.
El mensaje que busca dar es para Macri –y para Cristian Ritondo, su hombre en Provincia-: está dispuesto a la pelea para acentuar su perfil centrista. Por supuesto, en la misma línea va Horacio Rodríguez Larreta. Mientras, Santilli quiere incidir en otros dos tableros: la designación del reemplazante de Grindetti como interlocutor de Kicillof (podría ser un Legislador, se habla de Cristian Gribaudo) y el rearmado de una mesa provincial de Juntos –y de PRO- que tengan representantes suyos. (DIB) AL
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