Relatos para En Línea: Claridad sin descanso
Un espacio de delaltillo ediciones para En Línea Noticias. Hoy: Obras póstumas añejadas por los propios autores. Textos escritos al final del camino.
Escribe: Guillermo Del Zotto
Ricardo Piglia. Antonio Gamoneda.
“Así es la vejez: claridad sin descanso”. Un contundente verso de Antonio Gamoneda que quizás sintetiza mejor que ninguno esa energía creadora de quienes componen su obra sabiendo que será la última.
Iván Turgueniev no pensó que enviando sus anotaciones de los últimos cinco años de vida, en 1882, iba a dejar una pequeña obra mucho mas entrañable que alguna de sus monumentales novelas. A pedido de una publicación literaria envió sus anotaciones bajo el título de “Senilia”. Palabra que por donde se la mire significa “propio de la vejez”. Claro que con un valor mucho mas elogioso que el actual que suele ir acompañado del adjetivo descalificativo “demencia”. Son textos tan breves y contundentes que, sin querer, inauguraron un sub género al que Borges le llegó a sacar un brillo enceguecedor: la prosa poética. Fue de casualidad, ya que en la nota que enviaba a sus editores Turgueniev decía “envío estos poemas en prosa para que el lector los lea separadamente, hoy unos, mañana otros”. Todo un manual de uso para la prosa brevísima.
El mismo Borges ha tenido con “Los conjurados”, su último libro, esta misma actitud desprendida. Pero no solo se permitieron la libertad de soltar perlas sin culpa, sino que además, en el caso de Borges, su claridad y simpleza se debe a una concepción del arte literario: que los escritores comienzan siendo complicados, confusos, tendientes a desplegarse intelectualoides por las páginas hasta que logran la profunda simpleza en su ocaso. El prólogo de 1985, a año de su muerte, lo certifica: “suelo sentir que soy tierra, cansada tierra. Sigo, sin embargo, escribiendo. ¿Qué otra suerte me queda, qué otra hermosa suerte me queda? La dicha de escribir no se mide por las virtudes o las flaquezas de la escritura. Toda obra humana es deleznable, afirma Carlyle, pero su ejecución no lo es”.
“Gracias a Dios no hay mas libros que escribir”, dijo Henrry Miller antes de emprender sus mas memorables novelas. Miller sobrepasó la “senilia” ampliamente y su magistral calva iluminó generaciones de lectores y escritores. Pero su caso es místico: pareciera que siempre escribió desde el fondo de los tiempos. Con una vejez prematura desde sus primeros libros y, al estilo de Picasso o el extraño caso de Benjamín Button en una especie de reversa que lo llevó a una claridad cada vez mas ancha.
Hacer canciones, sobre todo como las hacía el cantautor español Javier Krahe, también es una de las formas breves de la literatura. Este genial letrista, consumidor seguramente de Borges y de Miller, preparó el final de su carrera con la típica mofa que se tomó vida y obra: tituló su último CD “Las diez de últimas”. Obviamente, el disco tiene diez canciones. Como el paso del tiempo fue una de sus obsesiones, se puede encontrar en su testamento versos como: “tal vez de recuerdos de antiguos amores/con sus arrumacos y sus sinsabores,/tal vez de la selva, tal vez del desierto,/tal vez de campanas que tocan a muerto./Y doblan por mí, eso ya lo sé./incluso triplican con muy mala fe/pero aún sigo el curso del día tras día/y de los delirios de la anatomía”.
Los póstumos libros añejados por sus propios autores deben beberse como vinos preciosos. Hemos citado sólo algunos ejemplos. Para acercarnos a un brebaje mayúsculo y más cercano en el tiempo tenemos los tres tomos de “Los diarios de Emilio Renzi”, de Ricardo Piglia. Y por qué no el documental 327 Cuadernos. Para prepararse con una buena copa.
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