Actualidad política nacional: Fábula para un domingo de invierno

“El electorado está compuesto por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente. Las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno… Es clave estudiar al votante común, poco informado, ese que dice ‘no me interesa la política’… El papel de los medios es fundamental, no hay que educar a la gente. El reality show venció a la realidad…” Jaime Durán Barba (El arte de ganar).

 

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias ([email protected])

El doctor mandó a construir la jaula de aproximadamente unos cinco metros de lado, cuadrada y, eso sí, bien alta, con gruesos barrotes de hierro y una pequeña puerta lateral con traba y candado. En el interior de la jaula ubicó una escalera de dos hojas y en el último de sus peldaños una canasta repleta de bananas.

El doctor es muy inteligente, es necesario aclararlo, estudió durante mucho tiempo el comportamiento humano a través de la reacción de simios ante determinados estímulos. Por otra parte recibe, por este tipo de experimentos, mucho dinero.

Cuando todo estuvo dispuesto de acuerdo con sus planes, el doctor hizo ingresar a la jaula, por la pequeña puerta lateral, a los monos. Algunos dicen que los monos eran cinco, otros dicen que eran seis, de todos modos esta pequeña incertidumbre no afecta el sentido del experimento.

Los monos (cinco o seis según las distintas versiones) reconocieron el lugar y muy pronto identificaron la canasta con bananas. Uno de ellos, el más rápido, se abalanzó por la escalera y tomó un racimo. Casi al mismo tiempo el doctor abrió un grifo que tenía a su lado y de inmediato bañó con agua helada a todos los monos. Esto hizo que el mono más atrevido desistiera inmediatamente de su propósito.

El procedimiento se repitió varias veces hasta que ninguno de los monos se atrevió a subir la escalera para recoger las bananas.

Después de algunas horas el doctor sacó de la jaula a uno de los monos y lo reemplazó por otro que trajo quién sabe desde dónde. Este último intentó, casi de inmediato, subir por la escalera en busca de las bananas. Los otros monos, al verlo, se interpusieron entre él y la escalera y, utilizando argumentos no del todo pacíficos, le impidieron que se acercara a los tan tentadores racimos.

Cada tanto el doctor retiraba a uno de los monos que estaban en la jaula desde el principio del experimento y lo reemplazaba por uno nuevo, el cual, de inmediato, intentaba comerse las bananas que se hallaban en lo alto de la escalera provocando la reacción del resto de los monos.

El doctor supo en ese momento que había llegado al punto crucial de su trabajo. Cuando reemplazó al último de los monos que habían ingresado en un primer momento por uno nuevo, no pudo evitar que una gota de sudor le corriera por la frente. El éxito o el fracaso de su trabajo de investigación dependían del siguiente paso.

Cerró la puerta y observó con ansiedad. El mono recién ingresado, como era de esperar, intentó ir por su alimento. Entonces sucedió… El resto de los monos, ninguno de los cuales había sido rociado jamás con agua helada por intentar comer bananas, impidió, no sin algo de violencia debo decir, que el nuevo huésped cumpliera con su objetivo.

El doctor entonces retiró la mano del grifo que ya no necesitaba accionar y respiró aliviado. Su trabajo de adoctrinamiento había terminado con éxito. Tanto que él mismo ya no era necesario.

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