Micromenipeas | Leer el diario

Como cada sábado el escritor Guillermo Del Zotto recrea un antiguo género satírico en versión microficción.


El problema de los diarios de escritores es que quien los lleva es eso: un escritor. Con la reciente aparición del segundo tomo de los Diarios de Abelardo Castillo (1992-2006), a poco de su muerte, se completa un registro que el autor comenzó en 1954. Lo de las fechas es importante porque si el escritor oriundo de San Pedro no hubiese comenzado tempranamente sus anotaciones íntimas, es poco probable que hubiese escrito un diario constante. Y mucho menos probable que lo hubiese publicado.

El problema de ser escritor y llevar un diario, decimos, tiene que ver con la línea difusa que tienen ficción, realidad, contemporaneidad, intimidad. Es tentador pensar que hasta confeccionar una lista de compras para el supermercado lleva a un escritor a la disyuntiva: ¿es mío lo que escribí? ¿Por qué está en un papel aparte y no dentro de mi obra? ¿Es importante que lo registre por escrito? ¿No deberían ser ideas de alguna manera desarrolladas por los personajes? Si el supermercado no queda lejos, esas dudas se disipan ni bien vemos los precios de los artículos anotados. O, cuando, al volver a casa, nos recriminan ¿te acordaste del pan?

Volviendo a Castillo: sus tempranas anotaciones junto con su tardío autoconvencimiento de reconocerse escritor consagrado, hicieron que su proyecto resista. Al mismo tiempo ordenó sus escritos tomando como referencia la obra que quizás marca el camino para los demás: “Diario de un escritor” de Fedor Dostoievski.

El gran Ricardo Piglia nos legó también recientemente “Los diarios de Emilio Renzi “, con la misma esencia que Castillo pero utilizando a su alter ego en la firma.

Los historiadores afirman que, si bien no siempre hubo diarios de escritores o pensadores, se pueden buscar esos registros íntimos en cartas o notas autobiográficas pensadas para pocos. Desde el diario de Ana Frank hasta las cartas a Theo (van Gogh) pasando por las notas a su hermano de Chejov o a las de su amante de Flaubert.

En su constante cuestionamiento sobre qué es un diario, mientras lo hace (y también estrena computador), Castillo apunta: “Entonces la pregunta es la misma de siempre: ¿para quién escribo este diario? No para mí”.

Llevará un tiempo desglosar qué significa un diario de escritor a partir de las redes sociales y los formatos de hoy. Ya están en camino de calificar esos registros autores actuales. Mientras tanto, se forman (o no) lectores de diarios y cartas entre escritores.

Habrá que ver qué buscan (buscamos) los lectores en ello. Más allá del género del que se trate, quizás prime la inquietud por meternos en la vida. Que es un carnaval.

La menipea es un género seriocómico, derivado de los diálogos socráticos y con inicios en la obra de Antisfeno aunque  debe su nombre a uno de sus exponentes: Menipo de Gadara.

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