La columna delaltillo | De antología
¿Dónde va a parar un libro cuando lo terminamos de leer? Su contenido intangible vuelve a despertar la conciencia de su autor? El escritor Guillermo Del Zotto propone una reseña con entrevista. Una mirada de la obra leída junto con la imaginaria presencia de quién la escribió o con alguno de sus personajes.
Segundas partes muchas veces no serán buenas, sí necesarias. La “Antología de la literatura fantástica”, que firman como compiladores Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, se ha transformado en una joya literaria tanto para lectores como para escritores y también para aprendices de ambas cosas.
Teniendo en cuenta que se trata de los mejores cuentos seleccionados con paciencia estructuralista, esta antología se torna indispensable. El cuento quizás sea el género mas propicio al concepto concreto de “antologizar” algo.
Por sus compiladores, por los textos y por el subgénero (fantástico), siempre voy a sentir un vacío enorme en la falta de una actualización, de una segunda parte que sume a autores y textos que hayan “nacido” después de la última edición. Hoy no están los mismos compiladores y hasta la literatura y los lectores hemos cambiado. También hay que decir que el libro tuvo una especie de segunda parte, ya que a la primera edición de 1940, en 1965, se agregaron textos de Acutagawa, de Bianco, de León Bloy, de Cortázar, de Elena Garro, de Murena, de Carlos Peralta, de Barry Perowne, de Wilcok. Después de eso, silencio.
Un poco de manera inconsciente y otro poco de forma dolorosa, he intentado reemplazar ese vacío. Recuerdo una tarde en una librería de usados de la calle Corrientes, con la fiebre del lector reciente y la pretensión de escritor naciente, pararme ante un libro con la determinación de que sea todo: atractivo, inteligente, breve, con cuentos y que me tome de las solapas. Como lector y como aprendiz de escritor. No sé bien por qué, eso se cumplió. Al libro lo elegí por la tapa: “Juan José Arreola – Confabulario personal”. El tiempo me sigue dando la (sin) razón de no poder soltarlo. Ni como bote ni como salvavidas. Se trata justamente de una “antología” autorizada. Es decir que el mismo autor elige de sus producciones las que quiere legar.
Volvamos al libro de Borges, Casares y Ocampo:
-Bioy, ¿cómo nació la idea de este libro?
Para formarla hemos seguido un criterio hedónico; no hemos partido de la intención de publicar una antología. Una noche de 1937 hablábamos de literatura fantástica, discutíamos los cuentos que nos parecían mejores; uno de nosotros dijo que si los reuniéramos y agregáramos los fragmentos del mismo carácter anotados en nuestros cuadernos, obtendríamos un buen libro. Compusimos este libro.
-¿Por qué eligieron el cuento y el género fantástico para dejar este legado, a esta altura eterno y universal?
-Le diría que no peligra el cuento fantástico, por el desdén de quienes reclaman una literatura más grave, que traiga alguna respuesta a las perplejidades del hombre –no se detenga aquí mi pluma, estampe la prestigiosa palabra–: moderno. Difícilmente la respuesta significará una solución, que está fuera del alcance de novelistas y de cuentistas; insistirá más bien en comentarios, consideraciones, divagaciones, tal vez comparables al acto de rumiar, sobre el tema de actualidad: política y economía hoy, ayer o mañana la obsesión que corresponda. A un anhelo del hombre, menos obsesivo, más permanente a lo largo de la vida y de la historia, corresponde el cuento fantástico: al inmarcesible anhelo de oír cuentos; lo satisface mejor que ninguno, porque es el cuento de cuentos, el de las colecciones orientales y antiguas y, como decía Palmerín de Inglaterra, el fruto de oro de la imaginación.
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