Libros | Aire fresco para la literatura

En nuestra ciudad acaba de lanzarse Ediciones del Altillo, un sello que pretende abrir un espacio para escritores de la región. En relación a otras editoriales, Ediciones del Altillo corre con la ventaja de haber sido fundada por un grupo de escritores que mantiene, desde hace años, un vínculo genuino y apasionado con la literatura.


Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias ([email protected])

Fiel a su estilo provocador, Jorge Asís afirma que en la literatura argentina actual se ha establecido una especie de círculo cerrado al estilo de los planes de ventas de ahorro previo de autos cero kilómetro.

Como emulando un plan óvalo, cada mes se publica un libro de alguno de los escritores suscriptos al plan, libro que sólo será leído por el resto de los miembros del círculo cerrado. Así, estos escritores (la gran mayoría de ellos reconocidos por la crítica especializada) se leen entre sí pero rara vez logran llegar a un público masivo. Son, de alguna manera, escritores para escritores, hacen literatura para especialistas, venden muy poco, tal vez lo mínimo necesario para que a las editoriales les resulte rentable publicar sus obras.

Lógicamente esta denominación peyorativa es la reacción de Asís ―que realmente vende muchos ejemplares de sus libros y tiene lectores fieles― ante las críticas de una generación de escritores más jóvenes que tildan a sus novelas de superficiales o cursis.

La facultad de filosofía y letras de la UBA es caldo de cultivo para futuros suscriptores al plan óvalo. Ellos saben mejor que nadie cómo escribir siguiendo los criterios que la academia considera convenientes, han sido formados justamente en el respeto por el canon. Los mismos profesores, muchos de los cuales actúan paralelamente como críticos literarios o mantienen relaciones laborales con las editoriales, colaboran en el despegue inicial de todos aquellos que mínimamente alcanzan un nivel de calidad razonable. Muchos de ellos, incluso, se desempeñan como docentes y realimentan la cadena de producción de futuros escritores convencionales.

A veces desestiman a los escritores que hacen carrera fuera de la academia y son éxitos de ventas. Un ejemplo de esto es la invitación que le hicieron a Osvaldo Soriano hace unos años. Soriano se sintió alagado de que lo llamaran de la universidad para dar una charla. Los estudiantes preguntaban con cierta malicia hasta que alguien se atrevió a ir bien al fondo de la cuestión, “dígame, Soriano, usted ¿qué formación tiene?”, le preguntaron. Soriano entendió que había caído en una emboscada y se defendió como pudo, “cuarto año del Nacional”, respondió, según dicen, ante las risas del público.

Es entendible la indignación de los estudiantes. Ellos, curtidos en teoría literaria, estudiosos de los grandes escritores de todos los tiempos, lectores minuciosos de Roland Barthes y autores de tesis de doctorado sobre literatura griega, no logran traspasar el interés del reducido grupo de lectores con los que comparten el plan de ahorro previo, mientras que el otro, sin una sólida formación en el tema, es traducido a decenas de idiomas y las editoriales se pelean por sus futuras novelas.

Beatriz Sarlo asegura que ningún escritor desconocido puede publicar, hoy, en la Argentina, si no tiene un buen agente literario detrás. Las editoriales no reciben manuscritos de escritores inéditos, no hay lugar para ellos. Prefieren seguir repitiendo fórmulas usadas que, al menos, les garanticen acceder al círculo cerrado de lectores complacientes. Algunas de ellas ofrecen convocatorias anuales para nuevos escritores, los cuales deben presentar sus textos para que compitan en un concurso del que saldrá seleccionada una obra para su publicación. A tales concursos se presentan, cada año, alrededor de un millar de obras.

La pregunta en tal caso sería ¿cómo encontrar el mejor texto entre mil? Nunca se dan a conocer los mecanismos que las editoriales ponen en práctica para seleccionar a un puñado de obras finalistas, nunca más de diez, que serán leídas luego por un jurado reconocido y oficialmente designado. Por otra parte, después del incidente con Ricardo Piglia y “Plata quemada”, tampoco un jurado formalmente constituido por escritores famosos garantiza transparencia.

El círculo vicioso se rompe a través de editoriales independientes. Editoriales que no persiguen, en muchos casos, un fin puramente comercial sino, por encima de todo, intentan dar a conocer obras literarias alternativas que por no coincidir exactamente con las preferencias de los editores no encuentran lugar en la cadena de distribución comercial.

Como no es posible determinar, hasta dentro de algún tiempo, si la buena literatura la construyen los suscriptos al plan óvalo, los escritores como Jorge Asís o en las producciones alternativas, lo mejor es que nada se pierda y todo quede publicado. El tiempo dará su veredicto.

En nuestra ciudad acaba de lanzarse Ediciones del Altillo, un sello que pretende abrir un espacio para escritores de la región. En relación a otras editoriales, Ediciones del Altillo corre con la ventaja de haber sido fundada por un grupo de escritores que mantiene, desde hace años, un vínculo genuino y apasionado con la literatura.

Después de “Jaque Mate”, de Fabricio Lucio y “Memorata”, de Gloria Salas, obras con la que fue lanzada la iniciativa, Del Altillo nos ofrece “El áspero crepitar de la luz”, de Edgardo Zouza y, muy pronto, el “Pequeño ABC del derrumbado ilustrado”, de Guillermo del Zotto con ilustraciones de Daniel Fitte.

Es probable que el futuro de la literatura argentina se esconda en iniciativas de esta naturaleza, voces que piden ser escuchadas, propuestas que no tienen ni tendrán nunca el padrinazgo de los grandes críticos que establecen a su gusto los parámetros de la “buena” literatura. Por viscerales y arriesgadas terminan siendo atractivas, conservan el encanto de la rebeldía, la saludable obstinación de no tranzar.

No pretenden congraciarse con la aséptica literatura de los miembros del plan óvalo ni sueñan con ventas masivas. Sospechan que lo auténtico no está, tal vez, ni en un lado ni en el otro.

Desde esta columna celebramos una iniciativa que no sólo resulta interesante sino más aún, y especialmente en estos tiempos que corren, imprescindible.

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