Opinión / Maldito populismo
El remanido concepto de populismo y su connotación histórica.
Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias ([email protected])
Tal vez en virtud de nuestras ínfulas de grandeza, los argentinos nos hemos sentido tentados de trazar paralelos históricos con Estados Unidos. Tal vez mucho más incuestionables que las semejanzas entre los dos países resulten las diferencias. Sin duda, ambos países se encontraron, en determinado momento de su historia, ante el mismo callejón sin salida. El desenlace, sin embargo, resultó completamente antagónico.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, en la costa Atlántica de los Estados Unidos comenzaron a producirse conflictos de intereses entre los estados del Sur y los del Norte. Los primeros, beneficiados por su ubicación geográfica y sus tierras apropiadas para el cultivo, se sentían a sus anchas en su rol de proveedores de materias primas (principalmente algodón) a un Imperio Británico en plena Revolución Industrial. Los estados del Norte, por su parte, ajenos a este comercio, quedaban acorralados por el librecambio que proponían los estados del Sur y les impedía desarrollarse industrialmente. La Guerra Civil no tardó en llegar. Después de varios años de conflicto, los estados del Norte vencieron y lograron imponer un modelo económico con altísimas retenciones a las exportaciones de productos primarios, de modo tal de impulsar, con esas divisas, el desarrollo industrial de todo el país. Menos de un siglo más tarde Estados Unidos se consolidaba como la potencia industrial más grande del mundo.
Si reemplazáramos en el párrafo anterior Sur por Buenos Aires y Norte por interior del país, y tomáramos como ejemplo el trigo en lugar del algodón, podríamos perfectamente utilizarlo para definir el conflicto entre unitarios y federales que tanto les gustaba enseñar a nuestras maestras del colegio.
Pero el final fue otro. Acá ganaron los unitarios, es decir, el Sur.
El periodista norteamericano Martín Andersen, en su ensayo sobre la Argentina titulado Dossier Secreto y publicado en la década del 90, refleja esta dicotomía de manera magistral cuando afirma:
“En muchos aspectos el destino de la Argentina se asemeja al que podría haber sido el de los Estados Unidos si el Sur hubiera ganado la Guerra Civil.”
Andersen ve a la Argentina moderna similar a lo que considera, hipotéticamente, hubiera sido el destino de su propio país en el caso en que los estados del Sur hubieran ganado la Guerra Civil. Imposible encontrar una definición más precisa y sintética de las circunstancias históricas que nos arrojaron a este presente.
Pero como Dios es argentino, o al menos eso creemos, nos dejó una puerta entreabierta. A diferencia de la Guerra Civil norteamericana, la nuestra no tuvo un ganador incuestionable o definitivo (Mitre nunca pudo terminar definitivamente con los caudillos). Los intereses económicos de los estados o provincias del interior, cada tanto, afloran. Y se manifiestan a través de gobiernos que estimulan el mercado interno, la industrialización, la consolidación de una burguesía nacional y apuestan al desarrollo científico y tecnológico.
Justamente durante esos gobiernos es cuando los representantes de los otros intereses, los del puerto, los del viejo partido unitario, recurren a su repetida y gastada acusación de “populismo”. Hermano menor de la barbarie denunciada por Sarmiento en otros tiempos.
Tal vez Andersen, desde afuera, desde lejos, nos haya visto mejor que nadie.
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