1989. Saqueo a la esperanza
Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
Esto está todo armado, me dijo un amigo. Saquearon un supermercado y por la tele se veía que un tipo se llevaba un equipo de música. Eso no es por hambre.

Otra vez el árbol nos tapaba el bosque, para que el pueblo salga a la calle a saquear supermercados debido a la crisis económica, no es suficiente con la viveza criolla de aprovechar la confusión para hacer leña del árbol caído ni tampoco, como se decía en ese momento, que haya una confabulación de punteros políticos del conurbano para voltear a un gobierno.
Aunque a algunos de mis fieles lectores les moleste, me veo en la obligación de volver a Marx. Si no hay un clima pre-revolucionario, no hay revolución posible por más oratoria que tenga un Lenin.
En Argentina, en aquel año 89, existía sin dudas un clima de violencia latente que, aprovechada, adecuadamente por alguien que contara con un encendedor, estallaría en una estampida de violencia que aceleró la caída del Alfonsinismo.
Menem llegaba al poder a partir de otra singularidad histórica, es decir, a contramano de lo que se suponía que iría a pasar.
Y ahí también hubo oportunistas. Oportunistas que se aprovecharon de alguien que no se esperaba llegar a presidente y le presentaron un plan económico a la medida de los intereses de quienes se habían quedado con la sangre en el ojo por el intento de economía nacionalista ensayada por Alfonsín. Los hijos de Martínez de Hoz volvían al poder y el poder real demostraba, tal vez por primera vez en mucho tiempo, que ya no necesitaba de golpes de estado para imponer políticas antipopulares.
Para hacer una síntesis breve de lo que fue el menemismo: estableció las condiciones de crisis para que el nivel de desocupación llegara al 21.5 % (más alto de la historia), el nivel de desigualdad más alto (coeficiente de Gini de 0.53), proliferó el área ocupada por villas de emergencia, provocó niveles de violencia nunca antes vistos a partir de una generación que creció en muchos casos, en hogares sin sustento económico. Si bien los valores que acabo de dar son de 2001-2002, es evidente que son el resultado de la inercia de políticas económicas supuestamente brillantes como la convertibilidad de Cavallo, la apertura de importaciones, las políticas de intimidad carnal con EEUU, el avasallamiento de la cultura mediática argentina (lo que muchos llamaban la Tinelización de la cultura popular), y así podría seguir por un buen rato.
Si José Luis Torres hubiera estado vivo habría designado, seguramente, a la década del 90, como la segunda década infame.
El Independiente del Indio Solari, con el interminable Bocha Bochini, Guisti y un Pedro Monzón en ascenso, se consagró campeón del torneo 88/89.
Tal vez esto explique mejor todo lo anterior. El declive en el que ingresaron a partir de ahí los equipos de Avellaneda, muestra mejor que cualquier estadística el descalabro económico que vendría, Avellaneda el otrora polo industrial más importante de Latinoamérica, ya tambaleante por las políticas de Martínez de Hoz, recibiría con Cavallo, su golpe de nocaut.