¿Argentina campeón?
Escribe Carlos Verucchi.
Libros / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
Como no podía ser de otro modo, y ante tanta improvisación por parte de los grandes medios nacionales al analizar las perspectivas que nos ofrece el mundial de fútbol, desde esta columna abordaremos el tema con la seriedad que se merece. Dicho de otro modo, hoy te vamos a contar la verdad de la milanesa respecto al mundial de Qatar.
Siempre inclinados a un análisis racional y al empleo de herramientas científicas, intentaremos derribar falsas expectativas que surgen del escaso profesionalismo de algunos individuos que se auto perciben como periodistas deportivos. Nunca tan alejados de esa creencia nociva tan difundida entre los argentinos que nos adjudica autoridad para hablar de cualquier cosa, intentaremos desprendernos todo lo que sea posible de la charlatanería vulgar y corriente que tanto daño le hace en este caso al deporte.
Porque científicamente hablando no es tan difícil establecer qué chances tiene Argentina de estar en la final. Recurramos a la estadística, prima lejana de la matemática pero muy útil en casos como estos. Se han jugado hasta aquí 21 mundiales. Argentina ha llegado a la final en cinco oportunidades, es decir, casi en uno de cada cuatro. Para ser más exactos, la probabilidad de que Argentina llegue a la final es del 24%. Claro que si quisiéramos conocer las chances de ganar la copa, ahí estamos más comprometidos. De esas cinco finales solo ganamos dos, con lo cual la posibilidad se reduce al 9,5% (igualmente no está nada mal).
Si la FIFA fuera una organización medianamente seria, otra posibilidad que tendríamos sería hacer uso de su “ranking”. Ranking que nadie sabe exactamente qué intenta medir ni cómo lo hace y por lo tanto resulta menos creíble que vendedor de autos usados. Si atendiéramos al ranking FIFA, Argentina está en la tercera posición detrás de Brasil y Bélgica (sí, leyó bien, Bélgica). De este modo, supuestamente, y ajustándonos fielmente a la lógica, tendríamos posibilidades concretas de estar entre los cuatro mejores. Ahora bien, si revisamos lo que decía este ranking unos días antes del mundial de 2018, automáticamente lo desestimaríamos como un predictor del éxito de cada equipo. En aquel momento los tres primeros eran Alemania, Brasil y Bélgica (otra vez Bélgica, seguramente debe estar jugando y ganando algún torneo que los otros equipos desconocen). Ninguno de ellos anduvo bien en el mundial. Francia, el campeón, estaba séptima en el ranking y Croacia, el subcampeón, en el puesto 18.
Como habrán observado, la matemática es una disciplina de suma importancia para resolver problemas cotidianos. Ahora bien, yendo un poco más allá y apartándonos apenas de este rigor científico que nos caracteriza, podríamos incluir en el análisis algunas apreciaciones que surgen del sentido común, o de nuestra experticia como futboleros, estimaciones fruto del intento por descifrar fenómenos estocásticos que suelen presentarse dentro del campo de juego, olfato que le dicen, pálpitos, pareceres, deseos o ingenuas pretensiones.
Vamos, en realidad no hay que ser un estudioso de la teoría probabilística para saber que si Messi se ilumina… por ahí. Si no se lesiona el “Fideo” y si el pique corto y endemoniado que tiene le dura unos cuantos partidos… quién te dice. O si Lautaro llega a estar de racha, si se le llega a dar una de entrada que le de confianza y después la empieza a embocar seguido, ni hablar, o si el arquerito que tenemos no pierde la concentración en ningún momento, porque condiciones tiene, pero bueno, a veces se distrae. Y no les digo nada si de Paul se olvida de sus amoríos por un mes y se convierte en el de Paul del Maracaná, mamma mía.
Y si no se dieran algunas de estas condiciones, tampoco es que vamos a regalar el mundial, porque qué mejor que tener que remarla ante la adversidad, ahí es donde se nos sube la sangre a la cabeza y no nos paran ni con bolsa mojada.
Qué mejor que tener que salir a jugar y a raspar como si nos estuviéramos jugando el ascenso contra Chacarita de visitante, ¡qué 24% ni 9. Les pintamos la cara, papá. Que nos pongan a Brasil o Alemania, cuanto más grandes mejor, que vayan pasando de a uno.
El lector atento habrá entendido ya que esta nota arrancó con un error conceptual, en el fútbol no hay estadísticas que valgan, lo que se juega va por otro lado. Acá valen las cábalas que cada uno de nosotros habrá de sostener religiosamente antes, durante y después de cada partido, acá lo único que sirve es aferrarse a una ilusión contra viento y marea, alentar desde donde se pueda, gritar cuando haya que gritar y putear cuando corresponda hacerlo, aunque nadie nos escuche, abrazarse con otro argentino, llorar.
Tuvimos la desgracia de nacer en un país donde se respira fútbol, donde nos tomamos en serio algo que no pasa de un simple juego: es nuestra condena, porque acá los goles no se festejan, se le gritan en la cara al rival, los partidos ganados se recuerdan de por vida, y si llegamos a la final la vamos a ganar por más estadística en contra que tengamos, porque saben qué, la tercera es (será) la vencida.
Que les quede claro, vamos a ganar este mundial sea como sea y se van a tener que meter las estadísticas en el… bolsillo.
Pero nada es gratuito, todos jugamos el mundial, desde mañana: a preparar las cábalas (sobre todo los que somos bilardistas de fierro), a reforzar el stock de pastillas para la presión, a avisarle a las suegras que los comentarios están prohibidos durante todo el partido.
Lejos de todo nacionalismo barato, atentos a posibles manipulaciones que se escudan detrás de un mundial, asqueados de manejos comerciales que utilizan al fútbol como medio, consternados por el flagelo ocasionado por la construcción de los estadios en Qatar, gritamos desde aquí bien fuerte: ¡Vamos Argentina!
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