Guerra a la inflación y a los especuladores

Escribe: Carlos Paladino.


Escribe: Carlos Paladino.

“El viernes empieza la guerra contra la inflación en la Argentina”. Así lo anunció el presidente de la Nación, Alberto Fernández, en un alto del discurso inaugurando las reformas en la estación de Tortuguitas (línea del ferrocarril Belgrano Norte), partido de Islas Argentinas. El mandatario, tal vez, sumido en el conflicto bélico Rusia-Ucrania, o, simplemente, asimilando la decisión de comenzar a tratar con seriedad, ese azote, llamado inflación que nos flagela desde que nacimos, esgrimió un acento rimbombante al considerar una guerra, a un tratamiento económico-político, común a cualquier Estado. Primero, dejamos más o menos ordenadas las pautas para arreglar “el tema de la tremenda deuda que heredamos” con el FMI, por supuesto, de Mauricio Macri., que no sufrió ni guerras ni pandemias. La unidad del Frente de Todos, ira solucionando los ahogos del país; “Por sobre todas las cosas somos peronistas, le ponemos el pecho y buscamos soluciones” Por lo tanto, los peronistas de ayer no les pusieron, con la fortaleza que debían, el pecho a las balas.

Entonces, al momento de estar escribiendo estas líneas, ya comenzó la guerra antiinflacionaria. Pero, Alberto Fernández, no se conforma sólo con la inflación, también “vamos a terminar con los especuladores” Por qué no tuvimos un presidente así antes, nos preguntamos. Quizás sea el momento esperado por Alberto, ya que se entiende que anda de mal en peor con su vicepresidente Cristina Kirchner y con La Cámpora, organización política independiente y multitudinaria al servicio de quien le convenga.   Quién sabe si no ha llegado, por fin, la coherencia en los actos de gobierno, porque eso de crear una subsecretaría de la Resiliencia, para des oficializarla al rato, no se corresponde mucho con la reflexión y la inteligencia.  Pese a ello, seguirá subsistiendo en otra dependencia u organismo. ¿Qué es la resiliencia? “No puede ser más sencillo; es iniciar un nuevo desarrollo después de un trauma” El obstáculo que se presenta; es descubrir las condiciones, la “segurización”, la recuperación, las relaciones y cultura” (Boris Cyrulnik). Algo aprendimos; aunque no sabemos de qué manera se aplica esta teoría en una sociedad golpeada, como la nuestra.

Que nos queda, entonces; saber quiénes son los especuladores que hay que “terminar”

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Especulador; básicamente, lo podemos definir como aquellos que compran bienes a bajo costo, para esperar venderlos a precios altos en el momento oportuno.  Ese es un modo de entender el accionar de la especulación. Pero, también, podemos especular con otros métodos de especulación. Se nos ocurre que, no siendo tan específicos en la definición, hay otras maneras tangibles, de adquirir bienes (monedas) y esperar a ver que rédito nos dará en el futuro.  Acaso, sirve para establecer una de esas diferencias de conjeturas; lo dicho por Alerto Fernández en una jugosa entrevista “Todos vimos a los Kirchner y a los Báez saliendo juntos del mausoleo de Néstor, no jodamos” Ponía de manifiesto las elucubraciones dinerarias operadas entre ambos personajes. Sin muchas vueltas; la contada de dólares en lo que se llamó “La rosadita”; ¿no fue una trampa especulativa? Enmarcado en esa concepción, ¿el Estado no especula con nosotros constantemente?  Consolidarse en cargos públicos – políticos o no – ya sea de favor o acomodo; empleos improductivos e innecesarios, que otorgan seguridad y encadenamiento laboral al agraciado, excelentemente retribuido. en desmedro del trabajador mancomunado y comprometido con los demás, a su vez, garante de sus sueldos. Trabajos honestos y fructíferos, que no reparan en él esfuerzo y contradiciendo las imposibilidades oficiales. La Justicia, es otro especulador que con las armas que dispone, no pone presos a los que fundieron al país; ese mirar para otro lado y prorrogar las penas, significa para todo el pueblo seguir aportándole sudor y plata a una justicia onerosa que de justa no tiene nada.  El tema de la especulación se ha hecho notable. por el carácter abusivo que conlleva.  El fondo de la trama lo ha tomado la Doctrina Social de la Iglesia que dice: “Son también moralmente ilícitos, la especulación mediante la cual se pretende hacer variar artificialmente la valoración de los bienes con el fin de obtener un beneficio del detrimento ajeno…la apropiación y el uso privados de los bienes sociales de una empresa” Una apreciación diferente, netamente ética,  al establecido en el glosario corriente de concebir a   la especulación; pero, que debe ser tenida en cuenta en una sociedad que se declara cristiana.                                                                                        

En una de esas, estos ejemplos, tañen banales e insustanciales, para intentar descifrar y profesar que el Estado Argentino es el mayor especulador que nos agobia, tiraniza y estropea nuestro hacer diario. Y no nos ubicamos fuera de la realidad, las deudas y el déficit surgen por la exuberancia del gasto público; y el gasto público lo determina la clase política.

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Sabiendo de antemano el escaso espacio político en donde suele moverse el presidente; no nos estimula a convencernos de la hipotética planificación que implementará para declararle la guerra a la inflación, a la especulación y a los especuladores. Esperamos de Alberto Fernández, solamente, un simulacro de Declaración de Principios del partido peronista, vacío de calidad institucional, tirado al aire porque cumple hacerlo. Saldrá de su boca mucha alusión a la recuperación económica que se llevará a cabo entre “todos y todas”, “los argentinos y las argentinas”. Abundarán las culpas a la herencia recibida, única responsable de la pobreza de los más débiles, Se oirán sobradas justificaciones al tratamiento realizado por el gobierno nacional en  la pandemia; habrá agravio y  condena a “los que más tienen” y, no ha de faltar algún velado compromiso con “los y las argentinas”. Como el gobierno no sabe para dónde disparar, convocará al empresariado para exigirles más de lo que está a su alcance y al sindicalismo para pedirles con toda dulzura (a ver si se enojan, recuerden la apología a los Moyano); si entre ambas corporaciones le dicen y lo ayudan a bajar la inflación. Los especuladores los tiene del lado de los empresarios argentinos y los que impiden las reformas adecuadas para incrementar el trabajo genuino, los tiene del lado de los sindicatos. Se presenta difícil. La pregunta que nos hacemos los de a pie, es como se baja la inflación sin reducir el gasto público, porque en apariencia éste no se toca. Por lo pronto, días atrás se informó la incorporación a dependencias estatales de 200 jóvenes de La Cámpora, incluso algunos sin cierta preparación básica. Seguro formarán parte de una Cámpora ampliada, conducidos por Máximo Kirchner, en respuesta a las pretensiones de los diputados del nuevo albertismo, de crecer y manifestarse con voz propia, y que, asimismo, aspiran “desplazar a La Cámpora de la estratégica Secretaria de la Cámara de Diputados” (La Política Online – twitter). ¿El empresariado, también debe atender al despotismo dispendioso que el presidente acepta, para evitar la especulación inflacionaria? Que confusión.

La estrategia básica que escuchamos del gobierno para contener la inflación consiste, en no disminuir el gasto público (ni en políticos, ni en administrativos); subir tarifas de agua, luz y combustibles, etc.; aumentar retenciones al campo, al margen de algún que otro incremento puesto como al descuido; al sindicalismo amigo que exige incremento de sueldos y jornales, es necesario atenderlo. Todo revalidado con un estricto control de precios cuidados. El secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti que es el que más presiona para dar cumplimiento al congelamiento, ya en el mes de diciembre había dicho a C5N “Ya lo ha dicho el ministro Guzmán y el Presidente en diversas oportunidades; no se va a someter al pueblo argentino a un ajuste” Por eso propuso un congelamiento para el fin de año. Desgraciadamente no fue posible cumplirlo. Si los alimentos aumentaron 12,8 en dos meses, y al comerciante se le carga esos otros agregados impositivos ¿de qué forma – que no sea magia – se pueden mantener inalterables los costos en las góndolas? El señor Feletti se aferra a que los empresarios han obtenido grandes resultados económicos durante mucho tiempo y que es hora de que frenen ese ímpetu de continuar ganando desproporcionadamente. Alberto Fernández – por ahora – envalentonado insiste que la batalla es contra los especuladores, que la suba de precios internacionales no tiene por qué cargarse a los argentinos. La inspección y controles sobre los alimentos, no sabemos cómo los efectivizarán; pero, la amenaza sigue en pie. Por lo visto y oído, no tiene, tampoco, por que padecer el Estado especulador y su Grupo Colegiado Privilegiado.  Si llegase a fracasar esa pelea contra los malditos especuladores, siempre se puede recurrir a las exhortaciones formuladas por ciertos personajes célebres del kirchnerismo. Nos referimos a Juan Grabois y a la señora Hebe De Bonafini, de muy loable trabajo en favor de las madres de los desaparecidos; pero que ahora recomienda algunas medidas un tanto drásticas: “Empecemos a quemar los campos de los ricos porque no va a haber otra; quememos la soja; hay que acompañar a la gente y quemar los campos, cuando estén por sacar la soja, que se las quemen, que no puedan recoger nada, que recojan cenizas”. No deja de ser una buena recomendación de la señora.

Esperar es la consigna de los que están aburridos de esperar

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