Kicillof, siguiente batalla


Por Andrés Lavaselli

El triunfo que por casi 20 puntos de diferencia obtuvo Axel Kicillof el domingo pasado le dio algo más que el gobierno de la provincia más importante del país por los próximos cuatro años: también lo dotó de una cuota de poder político notable, que lo transforma en uno de los líderes emergentes más importantes de una nueva etapa del peronismo. Y, con eso, lo puso a las puertas de un desafío que tal vez no pueda postergar: el de dirimir espacios de poder con Máximo Kirchner.

Está claro que, en lo inmediato, Kicillof se abocará de lleno a una tarea: apuntalar el triunfo nacional de Sergio Massa. Por eso, por ejemplo, se subirá a un avión para acompañar al candidato de la asunción de Osvaldo Jaldo en Tucumán. Esa hiperactividad obedece a un diagnóstico compartido: el ballotage contra Javier Milei será una pelea ardua, no el “70 a 30” que, en la euforia de las primeras horas pos generales muchos en el oficialismo vaticinaban.  

En el círculo íntimo de Massa hace esta lectura: su candidato creció, de las PASO a las generales, entre los que no fueron a votar en agosto y los que lo hicieron en blanco. La parte sustancial de ese impulso, agregan en La Plata, se produjo en el Conurbano: casi el 35% de los casi 3.2 millones de votos que recuperó UxP provienen de allí. Es un territorio donde a la inversa de lo que ocurrió en las primarias hubo corte a favor de los candidatos a gobernador y presidente.  

En principio, Massa explotará contra Milei una especie de juego de contrastes: aunque el pacto con Mauricio Macri y Patricia Bullrich pueda moderar el discurso del candidato libertario, expresado en su programa, difícilmente contenga su personalidad flamígera. Lo que se vio en la entrevista del jueves en A-24: un dirigente al borde del colapso anímico, con dificultad para mantener un equilibrio que es esencial para gobernar. “Orden contra incertidumbre”, sintetizan.

Como fuerte, votos que quedaron vacantes son muchos, por lo que el escenario está abierto. Es cierto que una parte de la dirigencia PRO y casi toda la de la UCR se pronunciaron contra el pacto de Macri- Milei, y que eso puede acercar votantes moderados de ambos partidos a Massa. Pero la inestabilidad económica, la capacidad de canalizar enojo y el porcentaje de votantes en provincias como Córdoba puede jugar a favor del libertario.

Otro plano

Es obvio, por la diferencia que sacó, que Kicillof quedó empoderado. Pero para comprender hasta qué punto es necesario mirar detrás de los números: a la contundencia del triunfo en el Conurbano se suman victorias en el interior que fueron clave para devolverle al peronismo el control de al menos 16 distritos (que pueden ser 18 con La Plata y Pinamar) donde hace años que jugaba de visitante. O para que ganara allí Massa, aunque a nivel local se impusiera JxC.

Eso zanja una primera discusión interna: “apuntemos al Conurbano, porque en el interior nunca nos van a votar”, decía, por ejemplo, Martín Insaurralde. Con Cristina Kirchner fuera de la campaña en La Plata leen eso como un triunfo de la gestión. Contrastan además con la categoría de diputados nacionales, que encabezaba Máximo: fue la que menos votos sacó de la tira de UxP.

El gobernador construyó una base de poder en la que figuran los intendentes del llamado Grupo Ensenada pero también muchos gremios. Es el germen de un poder político que tal vez ahora asuma como propio, no totalmente delegado de CFK. Con matices, claro: Kicillof es el único líder peronista con votos que reivindicó a la expresidenta tras las elecciones. “Nuestra líder”, la llamó.

La cuestión es hasta qué punto Cristina protegerá a su hijo. Eso se preguntan en La Plata, porque la hipótesis es la de un enfrentamiento inevitable por el liderazgo. El gobernador cree que está en condiciones de elegir algunos escenarios. Por caso, no competirá por la conducción del PJ bonaerense, que Máximo asegura que plebiscitará en 2024. Aunque acaso sí lo haga por el nacional: el mandato de Alberto Fernández termina y Massa, aun siendo presidente, es el titular de otro partido, el Frente Renovador.

La gestión, además, podría facilitársele a Kicillof. No solo gobernará con 84 intendentes de signo propio. Está convencido de que los que hasta los de La Cámpora –los reales, no todos los que figuraron en una lista con excesos- ganaron sin hacer camporismo explícito. A ese arsenal suma la victoria en 7 de las 8 secciones electorales, lo que le dará control sobre la Legislatura. Más si, como se rumorea, un grupito de libertarios que compraron sus lugares en las listas y ganaron bancas ahora se sienten autorizados a negociar con él.

Pero el ámbito en el que ansía tallar el gobernador es en el de la (menguada) liga de sus pares del peronismo. Esa que se reunió en el CFI la semana que pasó. Desde ahí aspira a construir su liderazgo. Es un proceso que será seguido con lupa por todo el peronismo: Kicillof no tiene reelección en su horizonte. (DIB) AL

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