La misma inmadurez de siempre
Por Carlos Paladino
Pasó el 14 de noviembre y la decepción sempiterna continúa. ¿No es hora de que la democracia nos muestre su evolución? Son 38 años de experiencia cultivada, sin observar indicios de perfeccionamiento en su sistema. Bueno; si le damos credibilidad a las virtudes y los menoscabos de los actores en acción; no hay que ser un dechado de talento para deducir que es imposible “ahorcar los hábitos” de quienes son los mismos prototipos de incompetencia política de otrora. Es un cuerpo colegiado inepto, sin posibilidades de adquirir competencia y empeño en la gestión. Así, las cosas están bien. La verdad no se oculta y la realidad lo confirma.
Fuimos rendidos a elegir candidatos, convocados por un Estado republicano en situación caótica, para revitalizar un proceso que, comenzó, caóticamente, en 1983. Ya pudrimos, con la cantinela de que la democracia es la mejor de las suertes políticas existentes. Hasta los líderes autocráticos, atestados de deberes, y comprometidos en el ejercicio de sus funciones autocráticas, coinciden con este criterio. Esto ocurre, porque es una insolente pantalla para esconder (amparado por un enunciado o declaración de falsos principios) el mayor antirepublicanismo; a medida que va tejiendo, un gran ovillo de chanchadas, corrupción e inmoralidades aleatorias. Es evidente que, bajo estos parámetros, el régimen es conveniente a unos más que a otros; pero, les encaja a todos. La democracia argentina – gracias a legisladores, jueces e involucrados – hace la vista gorda y absuelve más de una acción delictiva, con perjuicio a los ciudadanos; circunstancias que otro modelo de conducción política no lo permitiría. Tampoco le jugará mal, si, a su saber y entender, él problema tiene arreglo a partir del dispendio de algunos “morlacos” que persuadirán muchas conciencias. En la fecha indicada concurrimos a las urnas, alentando la esperanza, que nunca se pierde, cuando está de por medio nuestro bienestar.
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A altas horas de ese día, los argentinos sabíamos que sugerencias políticas resultaron gananciosas y, en contrapartida, aquellas que no lo fueron. Pongámonoslo así, se trató de elecciones políticas. Alguno debe ganar y otro perder; a no ser que se trate de un honroso empate.
Con los resultados a la vista se desató un sumario de deficiencias, de anomalías de desvaríos, que dejaron en vulgar evidencia, la inmadurez ¿emocional?, de las personas que elegimos; que no tiene relación directa con la edad, sino que se manifiesta por ciertos semblantes “…por el miedo al compromiso, la baja tolerancia a la frustración, por los enfados sin motivos, la impulsividad, por aquellos que les cuesta ponerse metas o prohibiciones así mismos…”. Un conjunto de síntomas que hacen que se nos caigan los ídolos o, mejor dicho, que nos pongamos a cubierto del futuro irresponsable que nos aventura esta dirigencia conduciendo un país en crisis; como el de nosotros. Con la complicidad del periodismo, se metieron en una pelea oral y polémica inconcebible, sobre todo, si será la misma, que habrá de darse, buscando el consentimiento en las acciones relevantes que deberá asumir el gobierno, de ahora en más.
La batahola se desató porque, los que ganan, según la lógica, son los ganadores; y, los que pierden, son los perdedores. Es una regla conocida y aceptada sin porfía, ni objeción. La idea, la concepción – con la dirigencia a la cabeza dando el ejemplo –que poseemos respecto del ganar y perder, es privativa del pueblo argentino. Siempre somos ganadores morales. Lo cual no deja de ser un conformismo degradante. Los ganadores, para el contrincante, resultan ser los perdedores. Para los otros, la pérdida sufrida, los convierte en unos desatinados ganadores. ¿Cómo disimulamos estos dislates nuestros; lo escuchamos a diario? “Nosotros somos así” y listo el pollo.
Cómo; de acuerdo a nuestra lógica, los perdedores son ganadores, no bien terminada los comicios, se dispusieron a organizar un espectacular y grandilocuente triunfo en apoyo al gobierno, convocando a las principales fuerzas militantes peronistas, el día 17 de noviembre; “Día de la Militancia”. Esa fecha no es el “Día de la Lealtad” (17/10), no es el “Día del Militante Montonero (09/09), ni lo es el que recuerda la muerte del expresidente Néstor Kirchner (27/10), muy importantes en el calendario Justicialista.
El 17 de noviembre de 1972, el General Perón regresó por primera vez a la Argentina, desde su derrocamiento en 1955.El peronismo considera a esa fecha, una lucha de perseverancia, resistencia y militancia, por haber logrado la vuelta del líder tras 17 años de espera. Volvía, en cierta medida, a ordenar la convulsión interna (guerrillera y militar) que atravesaba el país El segundo y definitivo regreso de Juan Domingo Perón, ocurrió en el mes de junio de 1973, donde Ezeiza fue testigo de una cruel tragedia entre las diferentes facciones peronistas, que empañaron la tan ansiada vuelta del general. El 17 de noviembre, Perón venía precedido de un solicitada en la que escribía “…a pesar de mis años, un mandato interior de mi conciencia me impulsa a tomar la decisión de volver, con la mejor buena voluntad, sin rencores que en mí no han sido habituales y con la firme decisión de servir, si ello es posible… Tratemos de arreglar nuestros pleitos en familia porque si no, serán lo de fuera los beneficiarios”. También comentaremos la carta dirigida a todo el pueblo argentino: “Como en los viejos tiempos, quiero pedir a todos los compañeros de antes y de ahora que, dando el mejor ejemplo de cordura y madurez política, nos mantengamos todos dentro del mayor orden y tranquilidad. Mi misión es de paz y no de guerra”
Buenas intenciones de un Juan Perón, querido y sosegado de las ambiciones de otros tiempos, ya agotadas, Él volvía con esas premisas, pero, ya era tarde, su propio entorno fue su peor enemigo. La realidad nos enseñó que, en la Argentina, las condiciones no estaban bien dadas, para que el viejo líder regresara.
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El acto multitudinario del “Día de la Militancia” en apoyo al gobierno del presidente Alberto Fernández, se llevó a cabo con algunas particularidades: Del mismo surgió la esperanza de un Alberto, fortalecido ante la estampa de la vicepresidenta Cristina, luego de una única arenga, desafiante y arrogante, dirigida a los ganadores que, por lo visto, fueron los perdedores. El levantamiento del “Albertismo” es un reclamo incesante de sus conspicuos colaboradores: Difícil, hoy por hoy, que consiga concretarse; mañana, no sabemos. Dijo a los presentes: “Triunfar no es vencer, sino no darse por vencido” Quiso darle a la frase un sentido filosófico que mitigara la derrota electoral. Otro aspecto raro que mostró el encuentro, fue La Cámpora, formalmente presente, pero, no ocupando un lugar privilegiado en la concentración, a más de llegar tarde, ex profeso, en gesto indisciplinado, por no tener a la madre de Máximo como referente sobresaliente de la jornada. Alguna que otra promesa e intimidación lanzada a una muchedumbre ávida de escuchar; y no mucho más ocurrió ese día. El resto del paisaje lo conformaron, los bombos, los carteles, el ruido y la algarabía acostumbrados.
El gobierno nacional, respondiendo a las atribuciones que se endilga, se dio el gusto de que la militancia lo favoreciera respaldándolo, reeditando las mejores épocas y, de esta manera festejar en grande, una derrota. Es así, el Partido Peronista y, así les gusta ser
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En líneas antepuestas, pusimos en duda – más asimilada a la sensación de temor – la desconfianza derivada a raíz de la reacción inmadura, incapaz e inexperta de los próximos responsables políticos, surgidos de las elecciones de hace una semana. Reacciones pueriles, ofensas improcedentes con este tema, enojos innecesarios, etc. Me enojé a propósito, dirían los chicos ofendidos porque le sacaron la pelota o la muñeca. Escuchamos “infantiladas” de cualquier contenido. Nada parecido a lo que el pueblo precisaba oír, para ver si de una vez por todas, comienza a ver políticos y propuestas de proyección. Si puede ilusionarse acerca de que los sufrimientos argentinos serán tomados en serio y no, que se utilicen en una competencia de “chicaneos” estúpidos, como si esos fueran los únicos recursos de magnitud de que disponen, para enfrentar los graves problemas que se avecinan.
Por ejemplo: ¿qué se propuso la oposición, en prenderse en una discusión para ver quien tenía razón? ¿Si los números oficiales los consideraban gananciosos de la compulsa; ¿entonces, que refutaban? Si el peronismo se aglutinó coincidiendo en una postura que niega haber perdido; conocemos que, de ahí, no se moverá, ya sea por interés o por capricho; no importa ¿Cuándo han aceptado una derrota con humildad; la historia habla por ellos? Si querían homenajearse por si mimos, montando una actuación proselitista y militante, cuidando algunos protocolos de seguridad; que le metan, que lo hagan: quien sería capaz de contradecirlos. A la sazón, a que malgastar un precioso tiempo, que puede ser ganado en estudiar planes eficaces para la nación. Oímos, salir de la boca de profesionales e intelectuales, objeciones y explicaciones, respecto de que es ser ganador y que perdedor, por supuesto, estimulados por el periodismo, especializado. Además, y completando la inmadurez, los ganadores, ya vislumbran rencillas internas por las postulaciones del año 2023. Y, todavía no se sentaron a conversar.
No creemos estar equivocados si decimos que no era este proceder, el que esperábamos, tanto de los ganadores como de los perdedores. No terminan de comprender que salimos del brete con gente en plena madurez política, dispuesta a sacrificarse un “cachito” por la patria. ¿Nos hicieron caer, de nuevo, en la misma trampa con final anunciado?
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