Mono con navaja

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

“Expertos internacionales alertan en un informe publicado este miércoles sobre los riesgos de un uso malintencionado de la inteligencia artificial por parte de «Estados corruptos, de criminales o de terroristas en un futuro cercano»”, afirma Clarín en su edición del jueves pasado. Y realmente causa pavor enterarse de que los terroristas puedan utilizar herramientas computacionales de avanzada para provocar daño al resto de la humanidad. Lo que Clarín no aclara ni tampoco el informe de los “expertos” es hacia dónde debemos mirar para estar alertas. Cabe preguntarse cuáles serían los estados corruptos y quiénes son los “terroristas”. Yo estaría mucho más tranquilo sabiendo que la nueva tecnología está en poder de Al Qaeda y no de la CIA, pero bueno, cada uno ve terroristas donde quiere.


De todos modos, y atendiendo a observaciones actuales y más inmediatas, está claro que la humanidad no corre peligro alguno en relación al uso de armamento controlado por inteligencia artificial, quedémonos tranquilos: la destrucción del planeta llegará mucho antes y no necesitará de fuzzy logic ni de deep learning.


Para todos los descreídos, este marzo el hemisferio sur nos ofrece un adelanto de lo que se viene anunciando desde hace décadas. El calor y la sequía llegaron y nos hicieron transpirar como salamín en la guantera. Pensar que en los años setenta suspendían las clases cuando el termómetro pasaba los 30 grados.


¿Quién le pone el cascabel al gato?, se preguntan muchos. Los que podrían hacerlo están muy ocupados previendo la acción de terroristas que podrían dañarnos con aplicaciones de inteligencia artificial. Es bastante obvio que lo más razonable sería pedirle que se hagan cargo del problema a aquellos que lo provocaron.


El problema es más o menos así: los dueños del planeta (Estados Unidos) saben que no pueden atender cuestiones de índole ambiental y al mismo tiempo asegurar crecimiento económico. Si no hubiera crecimiento económico colapsaría el sistema financiero dado que el mecanismo que utilizan los bancos es prestar dinero que no existe, que sólo existirá si se concreta el crecimiento del PBI estimado y los deudores pueden pagar sus deudas. Es muy difícil de detener semejante círculo vicioso girando a tan alta velocidad. Para colmo, estos días hemos visto que aún sin cambiar las políticas ambientales igualmente el sistema financiero podría colapsar, de hecho, algunos bancos quebraron esta semana.


Dicho de otro modo, estamos condenados a perseguir un crecimiento económico perpetuo sabiendo que ese crecimiento no puede desembocar en ninguna otra cosa que no sea la debacle del planeta. Ante este panorama me siento tentado a imaginar a los terroristas expertos en redes neuronales como inofensivos nenes de pecho.


Ahora, cuando hablamos de crecimiento económico debemos hacer una salvedad, el crecimiento económico es naturalmente deseable para mejorar la calidad de vida de las personas, para alimentar y garantizar mejores condiciones de salud y educación, pero es sumamente nocivo si sólo aspira a incrementar el número de hamburguesas por cabeza y por mes que se consumen en los países más “avanzados”.


Como verán, hoy me levanté con un optimismo desbordante. Claro que siempre está latente esa fantasía intergaláctica de conquistar otro planeta para ir a destruirlo de inmediato instalando fábricas de papas fritas. Las posibilidades de que eso pueda concretarse son, hoy por hoy, de una en cien mil millones.
Y bueno, caímos en nuestra propia trampa. Lo que indigna es que nosotros pagaremos las consecuencias de una fiesta a la que nunca nos dejaron entrar.


Tal vez la última esperanza que queda esté en que el desarrollo de armamento con tecnología basada en inteligencia artificial no caiga en manos equivocadas.

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