Nuestra Señora del Huerto
“Bendita seas, Madre del Huerto, / por haber manifestado tu esplendor y belleza/en el muro de un Huerto de Chiavari, /desde donde dispensas tus favores, tanto espirituales como materiales”. Así comienza la Novena dedicada a la Virgen del Huerto, cuya devoción comenzó en el siglo XV en Chiávari, un pueblo cercano a Génova, en la región de Liguria (Italia) a partir de una promesa hecha por una piadosa mujer ante la amenaza de la peste. María Guercio, llamada “Turquina”, prometió a la Virgen una señal de público reconocimiento si mantenía inmune del contagio a ella y a su familia. Obtenida la gracia, Turquina encargó al pintor Benedicto Borzone, que pintara sobre el muro de un huerto ubicado entre el Palacio del Gobernador y el Puerto de Chiávari, una imagen de la Virgen María con el Niño en brazos, para que los transeúntes pudieran venerarla y pedirle gracias. Pasado el peligro, el pueblo se fue olvidando de la Virgen del Huerto.
En el siglo XVI la peste se abatió con especial fuerza sobre Chiávari. Esto volvió a despertar la devoción a la imagen del Huerto. Las autoridades construyeron una ermita y nuevamente la ciudad experimentó la protección de la Madre de Dios pero, una vez más, pasado el peligro, el pueblo se fue olvidando de la Virgen del Huerto.
En los primeros años del siglo XVII, una noche de diciembre, Gerónima Turrio, una lavandera del barrio de Rupinaro, que se ocupaba de cuidar la ermita, mientras rezaba ante la imagen de la Virgen, vio que la pintura comenzó a irradiar una luz intensa. El prodigio se conoció en la región y los peregrinos comenzaron a acudir al lugar para implorar gracias.
Otro hito en la devoción a Nuestra Señora del Huerto fue el 2 de julio de 1610 cuando, Sebastián Descalzo, un humilde poblador, vio frente a sí a la Virgen bendita que lucía un manto celeste. La aparición de María en el huerto de Chiávari respondía al designio de la Providencia para provocar un despertar en la fe y en la piedad, mediante el culto de María, Mediadora y Corredentora del género humano. María concedió una lluvia de dones y gracias: curaciones de enfermedades, extinción de odios y enemistades y conquistó el corazón aún de los incrédulos, de tal manera que se originó una reforma general de vida: fueron desterradas las diversiones ilícitas; se volvió a la devoción, a una enmienda en el lenguaje, a la sinceridad en las obras, a la prontitud en los actos religiosos, a la oración. Se postraron delante de la imagen aquellos que la habían profanado con sus juegos y blasfemias.
En 1643 la Virgen del Huerto fue proclamada patrona principal de la ciudad y comenzó a construirse un Santuario donde estaba pintada la imagen. En el siglo XIX, el cólera invadió nuevamente la Liguria. El párroco –hoy San Antonio María Gianelli- confió a su pueblo a la Virgen del Huerto. San Antonio María Gianelli es modelo de devoción a María y lo expresa en estas palabras: “Confíen en María, abandónense en sus manos con toda confianza… Ella es Madre tan tierna y bondadosa que no puede ver las miserias de sus hijos sin remediarlas. Madre de Misericordia no puede permitir que se pierda ni uno solo de sus hijos que confían en Ella…”. Tuvo un cariño especial por María del Huerto, María, Jardín de Dios; Jardín donde florecen todas las virtudes y Fuente de gracia y santidad y honró su devoción con la fundación – en 1829- de la congregación de las hijas de María Santísima del Huerto.
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