Nuestra Señora del Rosario
Horacio Robirosa – Voluntario de la Inmaculada Padre Kolbe – Olavarría
San Luis María Grignion de Montfort decía: “La práctica del Santo Rosario es grande, sublime y divina. El cielo nos la ha dado para convertir a los pecadores más endurecidos y a los herejes más obstinados”.
En su momento, Europa y con ella toda la cristiandad estaba en grave peligro de extinción. Sabemos, por las promesas de Jesucristo, que eso no puede ocurrir, pero, humanamente, no había solución para la amenaza del Islam. Los musulmanes se proponían hacer desaparecer, a punta de espada, al cristianismo. Ya habían tomado Tierra Santa, Constantinopla, Grecia, Albania, África del Norte y España. En esas extensas regiones el cristianismo era perseguido, y muchos mártires derramaron su sangre, muchas diócesis desaparecieron completamente. Después de 700 años de lucha por la reconquista, España y Portugal pudieron librarse del dominio musulmán. Esa lucha comenzó a los pies de la Virgen de Covadonga y culminó con la conquista de Granada, cuando los reyes católicos, Fernando e Isabel, pudieron definitivamente expulsar a los moros de la península en el 1492. ¡La importancia de esta victoria es incalculable ya que en ese mismo año ocurre el descubrimiento de América y la fe se comienza a propagar en el nuevo continente!
En la época del Papa Pío V (1566 – 1572), los musulmanes controlaban el Mar Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los reyes católicos de Europa estaban divididos y parecían no darse cuenta del peligro inminente. El Papa pidió ayuda y el 17 de septiembre de 1569 pidió que se rezase el Santo Rosario. Por fin en 1571 se estableció una liga para la defensa de Europa. El 7 de octubre de 1571 se encontraron las flotas cristianas y musulmanas en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. La flota cristiana, compuesta de soldados de los Estados Papales, de Venecia, Génova y España y comandada por Don Juan de Austria, entró en batalla contra un enemigo muy superior en tamaño. Antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el santo rosario con devoción. La batalla de Lepanto duró muchas horas, pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos.
En Roma, el Papa se hallaba recitando el rosario en tanto se había logrado la decisiva y milagrosa victoria para los cristianos. El poder de los turcos en el mar se había disuelto para siempre. El Papa salió de su capilla y, guiado por una inspiración, anunció con mucha calma que la Santísima Virgen había otorgado la victoria. Semanas más tarde llegó el mensaje de la victoria de parte de Don Juan, quién desde un principio, le atribuyó el triunfo de su flota a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario. Agradecido con Nuestra Madre, el Papa Pío V instituyó la fiesta de “Nuestra Señora de las Victorias” y agregó a las Letanía de la Santísima Virgen el título de «Auxilio de los Cristianos». Más adelante, el Papa Gregorio III cambió la fiesta a la “Nuestra Señora del Rosario”.
Entre tantas frases afirmativas del valor de rosario recordamos: “Un cristiano sin Rosario, es un soldado sin armas”expresado por San Miguel Febres (Santo Hermano Miguel).El Papa Clemente VIII decía: «El Rosario salva a los cristianos». El Papa Francisco nos recuerda: “Con el Rosario, la Virgen María nos acompaña para que Cristo obre en nuestra vida, nos consuela en el dolor, y haga experimentar la cercanía de Dios también en las familias”.
Horacio Robirosa – Voluntario de la Inmaculada Padre Kolbe – Olavarría
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