Nuestra Señora del Rosario
Por: Horacio Robirosa, Voluntario de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
Octubre es el mes dedicado especialmente al santo Rosario, celebrándose el 7 de este mes a la Virgen del Rosario, quien un día se le apareció a santo Domingo de Guzmán mientras rezaba en la capilla del monasterio de la Orden Dominica y le entregó el Rosario: el arma que usó en innumerables prédicas para convertir a la fe católica a miles de personas.
¡Es tan importante la devoción al santo Rosario! Es poner nuestra alma a disposición de María, para que Ella obre maravillas con la gracia de Dios. Es un camino seguro, donde nos adentramos en los misterios de la vida de Cristo en compañía de María. Es la Santísima Virgen que nos lleva hacia su Hijo. Tan crucial es la devoción al santo Rosario, que el mismo santo Domingo de Guzmán nos asegura: «Nadie que persevera en la devoción al santo Rosario se condenará».
Y agregó: «Quien con devoción sirve a la Santísima Virgen mediante el rezo del Rosario, infaliblemente recibirá bendiciones según sus necesidades espirituales y temporales».
San Antonio María Claret nos dice: «El Rosario es poderosísimo para alcanzar todas las gracias».
El rezo del Rosario es un momento tan dulce como la miel. Lo expresaba San Francisco de Sales con las siguientes palabras: «Rezar mí el Rosario es mi más dulce ocupación y una verdadera alegría, porque sé que mientras lo rezo estoy hablando con la más amable y generosa de las madres».
También, santa Teresa de Ávila exclamaba: «En el Rosario he hallado los atractivos más dulces, más suaves, más eficaces y poderosos para unirme con Dios».
Sor Lucía expresó en Fátima: «La Santísima Virgen nos dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo: el santo Rosario y el Inmaculado Corazón de María».
Los santos sabían del poder de esta arma, por eso el Santo Cura de Ars decía: «Con el arma del Rosario le he quitado muchas almas al diablo».
Es una realidad que muchas veces comenzamos el Rosario con mucho fervor y luego nos distraemos. Ella nos guía y corrige con su dulzura diciendo: «Pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col 3, 1)
Santa Teresita de Lisieux lo expresaba de esta manera: «Lo que me cuesta en gran manera – me da vergüenza confesarlo- es el rezo del Rosario… ¡No consigo fijar la atención! Ahora pienso que la Reina de los Cielos, siendo mi Madre, ha de ver mi buena voluntad y contentarse con ella”.
Ofrecer la corona de rosas a nuestra madre es reconocerla como nuestra Reina, poniéndonos a su disposición para que Ella salve las almas con la infinita Misericordia de Dios. Así lo entendieron todos los santos.