Olavarría, la lluvia, los votos…

 


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)

Desproporcionadas camionetas hacen vibrar el asfalto de las avenidas. Se detienen en doble fila mientras esperan que el nene o la nena salga del colegio. Nadie puede caminar unos pasos ni esperar unos minutos en esta ciudad histérica, desenfrenada, donde, contradiciendo a Gardel, la ambición nunca descansa.

Las motos le ponen vértigo y transmiten cierta dosis de irritación al transeúnte. Todas se empeñan en mostrase más ruidosas que las demás, algún día, tal vez no muy lejano, se van a extrañar. Por ahora se resisten al cambio, se anteponen a los silenciosos monopatines eléctricos que, tímidos, ganan espacio, incentivan las ventas y ayudan a sostener la economía. Siempre es bueno que la gente tenga cosas nuevas para endeudarse.

Las boletas de candidatos para el domingo se amontonan abajo de la puerta. Candidatos a intendente que proponen transformar la ciudad, convertir Olavarría en una ciudad moderna y pujante, los olavarrienses nos conformaríamos con que puedan coordinar el semáforo de Colón y Lamadrid con el de Colón y España, como para no tener que esperar dos veces y poder estar a horario en la salida del colegio.

Ya casi nadie se acuerda de que hace muy poco hubo una pandemia. El planeta se paralizó por varios meses, la maquinaria del mundo se detuvo de repente como nunca había ocurrido en la historia, al menos desde la Revolución Industrial a esta parte. Pero nadie se acuerda de eso, nadie considera que esa cuarentena tenga la menor importancia, ni siquiera nos acordamos de ella a la hora de ir a votar.

Hoy es jueves y está lloviendo, por la radio pasan un tema triste de Estelares. La ciudad se ve de otra manera cuando llueve. Vulnerable, indefensa, la nostalgia nos hace ver distinto. La lluvia lima diferencias, todos los que andamos en la calle somos igual de impotentes ante la misma lluvia, el que viaja en camioneta menos que el que va en la motito, obviamente, o el que tiene muchas hectáreas que regar más que el que cultiva perejil en una maseta en el patio. Me refiero a que la lluvia nos indica que hay un límite en la omnipotencia que hombres y mujeres creemos haber alcanzado. Al final somos muy poca cosa todavía, perecen decirnos esas gotas. Podemos pedirle a un robot que nos explique la teoría de la relatividad y no tenemos otra alternativa que salir a bailar la danza de la lluvia si queremos que llueva, o prender una vela si queremos que pare.

El termómetro de la pobreza, en la ciudad, siguen siendo los pocos semáforos que han quedado. Es ahí donde se mide el grado de desprotección de los olavarrienses, de esos que no tienen ni camionetas cuatro por cuatro ni tampoco una motito que quitándole el escape pueda pasar por moto. Es allí donde acuden los desesperados, los que se caen del sistema, ya sea lavando vidrios o pidiendo una moneda. Ese indicador, aunque parezca mentira, es infalible. Ahora nos dice que estamos saliendo de la crisis. Tal vez no importe tanto la inflación o el dólar sino la cantidad de personas que acuden a los semáforos, aunque sé que las dos variables a veces no están del todo desconectadas.

Este domingo nos piden que abusemos de las estadísticas, diría Borges que de política entendía menos que Milei de empatía por los pobres. Cada vez es más difícil votar, las variables que hay que atender son cada vez más complejas. Eso a nadie le importa, la mayoría de la gente vota con el mismo criterio que utiliza para definirse como hincha de Boca o de River, o del equipo que sea. Nadie razona mucho a la hora de votar, la mayoría se guía por un pálpito, por la sensación individual que le transmite el bolsillo. Para eso existían antiguamente las ideologías, para acotar opciones, para restringir. Uno adoptaba una ideología en base a sus principios y automáticamente las opciones a la hora de votar se reducían. Tal vez sea por eso que ningún político habla de ideologías, todos las esconden, tienen miedo de definirse y perder automáticamente a algunos votantes, aunque sean pocos los que atienden esas razones.

Los políticos de hoy se limitan por el contrario a definirse en cuestiones más bien básicas y que difícilmente admitan alguna contradicción: vamos a sacar el país adelante con esfuerzo y trabajo, vamos a gobernar con responsabilidad, vamos a actuar con honestidad, tenemos fuerza y coraje. Y, si… Vaguedades. Si les preguntan de economía responden que ya tienen a un equipo de especialistas diagramando un plan para salir adelante. Es ahí cuando siento más miedo, un equipo de especialistas en qué, ¿en economía? Si ya tuvimos de esos, y muchos, y académicamente muy buenos. No siempre dan resultado.

Hoy debo estar más pesimista que otras veces, debe ser por la lluvia. Cuando lean esto estarán por ir a votar o tal vez ya lo hayan hecho si es que no aplican ese axioma que sugiere no ir a votar temprano, debido a que, si falta alguna autoridad de mesa, agarran al pobre infeliz que llega primero como reemplazo.

Los que contamos más de cincuenta abriles sabemos que no es poco esto del voto. Muchos argentinos y argentinas dieron la vida por defender la democracia. Como mínimo, votemos con seriedad. Y, sobre todo, pensando también en el otro.

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