¿Porqué deberías conocer la historia de Hellen Keller?

Por: Arq. Jorge Hugo Figueroa / Tiempo de lectura estimado: 3:00 minutos
En una hacienda de Alabama, en 1888, nació una bebé que a los 18 meses padeció una enfermedad desconocida que la dejó ciega y sorda (hoy se cree que pudo haber sido una meningitis) a quien sus padres llamaron Hellen.
Sus padres intentaron protegerla y ayudarla en todo lo posible pero esto hizo que ella se encerrara más y más en sí misma.
Afortunadamente un buen día decidieron llevarla al instituto Perkins para ciegos, en la ciudad de Boston y allí los pusieron en contacto con Ana Sullivan, una maestra que a su vez había sido alumna del instituto donde estuvo internada por un problema en su visión.

En el momento en que se conocieron, Hellen tenía 7 años y Ana, 21.
La tarea educativa con Hellen, parecía imposible, teniendo en cuenta que al ser sorda y ciega era complejo poder comunicarse.
Lo primero que hizo Ana fue trasladarse a una cabaña cercana a la casa de la niña. Y en ese lugar ideo un sistema por el cual mientras tomaba sus manos y deletreaba usando sus dedos sobre la palma, sumergía bajo el agua la otra de sus manos. En aproximadamente un mes, la pequeña Keller, comprendió que esos símbolos significaban agua.
Increíblemente entusiasmada quiso conocer más y más del mundo que la rodeaba y Ana, usando el mismo método de hacerle tomar con una mano un objeto, como un jarrón, supongamos, y deletreando con su dedo en su otra mano le enseñaba cuál símbolo lo representaba.
Usando el mismo sistema, Ana el enseñó a leer en braille y así fue como se convirtió en una ávida lectora.

Si bien, éste había sido un proceso largo e increíble, pronto tocaría una nueva etapa, mucho más compleja, mucho más apasionante.
Viajaron juntas de regreso al instituto Perkins donde los profesores se asombraron con el progreso de la niña y Hellen se asombró al descubrir que había otras y otros que estaban en condiciones similares a la de ella.
Pronto descubriría que podían comunicarse usando el mismo sistema que se llama dactilológico táctil y ganó tanta práctica que pudo aprender a leer los labios usando sus manos (es decir que ya no era necesario que le tuvieran que dar cosas escritas en braille) y a la vez pudo comenzar a vocalizar una serie de palabras (que hizo que ella pudiera expresarse sin tener que usar el idioma sordomudo o usando otro tipos de gestos. La primera palabra que pudo decir fue “It” (“eso” en inglés).
Sin límites, Hellen, avanzó más y más, hasta que pudo ingresar en el Radcliffe College en el estado de Massachusetts, una de las siete universidades para mujeres que había en Estados Unidos graduándose con honores en 1904 y convirtiéndose en la primera persona sordo-ciega en obtener un título universitario. Un año antes había publicado su libro autobiográfico.
Hellen comprende que sin el apoyo de personajes como Mark Twain o el propio Graham Bell no habría podido financiar todo su proceso y concurriendo a la biblioteca descubrió que concentrada en la población más humilde era donde más niños y niñas con diversas discapacidades limitaban su vida a empeorar o permanecer entre cuatro paredes y es que, muchos de éstos inconvenientes era fruto de enfermedades que no habían podido ser debidamente tratadas a tiempo.
Al comprometerse activamente para mitigar éstas diferencias sociales, éstas injusticias, conoció la eterna hipocresía mundial donde, por un lado la idolatraban por todo lo que había logrado y por otro lado trataban de frenar todo intento de “justicia social”.
En su largo camino a través del mundo, dando conferencias y produciendo todo tipo de acciones para concientizar a las personas sobre la lucha por los derechos de todos, pasaron 50 años y llegó el día en que Ana Sullivan murió. En ese largo camino había creado lo que sería la “Fundación americana para los ciegos”.
Muchos pensaron que Hellen se derrumbaría y, de hecho, ella misma llegó a decir “Sin Ana, volveré a ser ciega y sorda”.
En su vida, tuvo otras muchas personas que la ayudaron mucho, como Polly Thompson, pero por el rol relevante, ninguna si comparaba a su querida Ana.
En un viaje a Japón conoció la historia de Hachiko, un perro de raza Akita Inu y consiguiendo uno de éstos, regresó a Norteamérica con uno, pero al poco tiempo enfermó y falleció. Cuando el Emperador de Japón supo de ésta desgracia, le envió otro ejemplar de la raza, convirtiéndose en su gran compañero por muchos años.

Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, se pronuncia a favor de la paz y critica públicamente a su país por haber entrado en la contienda, sin embargo, visitaba asiduamente los hospitales de heridos.
Finalmente, un poco antes de cumplir los 87 años, fallece luego de haber estado enferma algunos años. Sin embargo pudo asistir al estreno de su película donde nos dejó para la posteridad como fue que logró sobreponerse a todo, “contra viento y marea”.
“Ana fue quien me sacó del abismo de la oscuridad”, diría Hellen y, sin saberlo quizás, ella misma fue quien contribuyó también a sacar de la oscuridad a cientos de miles que vivían y viven situaciones similares.
Hellen Keller sería luego todo un símbolo, no sólo para la paz, sino para demostrar que hay que levantarse y enfrentar las más terribles tormentas con la seguridad no de no volver a caer, sino de levantarse con mucha más energía aún y si es posible, ayudar en ese esfuerzo a otros.
Abrazo digital.
Arq. Jorge Hugo Figueroa.

Los comentarios están cerrados.