San José un elegido
Colaboración de las Misioneras de la Inmaculada Padre Kolbe
Al contemplar la figura de San José podemos apreciar en primer lugar que fue elegido por Dios y por María, pero que -como todos nosotros- José vivió entre penas y alegrías. Mirar sus acciones con el especial interés de aprender de él y proponernos ponernos en su piel para imitarlo, son los primeros pasos del camino que lleva a lograr responder, como él, al querer divino.
Su vida es modesta, humilde, corriente…y asimismo todo en su vida es luminoso. Unido de manera constante a Jesús y a María, José puede vivir sencillamente lo extraordinario, realiza sobre todo habitualmente las tareas ordinarias, que nunca son irrelevantes pues aseguran una vida lograda y feliz, que conduce hasta la Beatitud celeste.
San José nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: “Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto” (Mt 2,14).
Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Nos hace estar atentos a lo que pasa a nuestro alrededor, a los signos de los tiempos, porque es el modo en que Dios nos habla. Nos hace tomar al Niño con su Madre, se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia se llena de noches difíciles de iluminar.
“Todos podemos, -dice el Papa Francisco-, encontrar en san José -el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta- un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca”.
Célebres místicos, como Santa Teresa de Ávila o Santa Teresita de Lisieux y tantos santos de todos los tiempos nos animan a seguir las huellas del Patrono de la Iglesia. Es el camino para santificar la intimidad de nuestros hogares, al modo de la Sagrada Familia, para llevar una vida de oración y santificar también nuestro trabajo.
(+) Colaboración de las Misioneras de la Inmaculada Padre Kolbe
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