Opinión | Una salida hegeliana


Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias ([email protected])

Tal vez como muy pocas veces antes se había visto en nuestro país, la situación política desembocó durante los últimos años en un punto de tensión extrema del cual parecía no tener chances de salir.

Desgraciadamente, las posturas enfrentadas no dirimen su grado de aceptación por parte de los argentinos en función de sus características esenciales (modelo pro industrialización con incentivación del mercado interno vs. modelo de librecambio con aceptación del papel que el mercado global nos impone), sino a partir de un teleteatro congeniado por algunos medios de difusión y miembros de la Justicia. Ese teleteatro resulta atractivo para mucha gente ya que, en lugar de tener que atender a complejos argumentos de la economía o la historia, sólo tiene que dejarse llevar por misteriosos cuadernos cuyos originales fueron extraviados, contenedores enterrados en parajes sombríos de la Patagonia o hipotéticas cuentas secretas en el exterior.

Para decirlo en términos hegelianos, durante la etapa del kirchnerismo se impuso una tesis, en principio prácticamente hegemónica, luego, lentamente, esa tesis comenzó a gestar su propia antítesis. En un determinado momento el enfrentamiento entre aquella tesis y esta antítesis dio lugar a lo que los autores del teleteatro llaman “la grieta”. Si confiamos en los postulados de la filosofía de Hegel podríamos asegurar que a tal confrontación le sucede una síntesis, esto es una nueva situación que rompe que la confrontación anterior y permite una salida. Así sería, tal vez, el modo en que la historia se mueve o avanza (si es que avanza hacia algún lado).

Dejando de lado modelos filosóficos pasados de moda, lo cierto es que esa puja tan irredimible entre tesis y antítesis (k vs. anti k), daba chances a quienes querían ofrecerse justamente como síntesis (Sergio Massa, Roberto Lavagna). Pero la ex presidenta Cistina Fernández se adelantó a lo que sugería la dialéctica hegeliana y se propuso a sí misma como síntesis. Esto es, ideó una fórmula en la que le otorga un papel protagónico a un antiguo kirchnerista que en algún momento se mostró rebelde y crítico. Así, además de quedarse con los votos k que ella arrastra, le abre una puerta a aquellos que imaginan que un hipotético gobierno Fernández – Fernández sería la superación de la política puesta en práctica durante los doce años de kirchnerismo. Algo así como un gobierna k pero no tan k, algo así como un gobierno con las virtudes de aquél pero más abierto y dialoguista, menos propenso a la confrontación.


Con esto prácticamente se desvanece la tercera posición o la opción de los que pretendían ir por la avenida del medio (una especie de camino limítrofe que separa ambos lados de la famosa grieta). Massa ya no tuvo razón de ser como propuesta alternativa y, en un gesto más de oportunismo político, se entreveró en un espacio que le garantiza, a él y a sus cuadros del interior, mantenerse vigentes por un tiempo más. Lavagna, por su parte, apenas si intenta ocupar justamente el lugar que quedó vacío en la avenida del medio. Está más que claro que su objetivo no es aspirar a la presidencia sino ubicar a algunos partidarios como legisladores o bien obtener algún rédito negociando en un posible ballotage.


¿Habrá sido una jugada perfecta de Cristina Fernández? Más allá de su resultado, sería sumamente beneficioso para el futuro de nuestra política que las elecciones se definieran a partir de acciones como ésta. Después de haber transitado varios años en los cuales el criterio imperante consistía en considerar a los votantes como “simios” (definición del propio Durán Barba), sería un signo de madurez para toda la sociedad que el resultado de las elecciones quedara sujeto a apreciaciones más racionales o cívicas, dejando de lado simples consignas vacías de todo contenido.

Cristina Fernández estaría actuando, de este modo, como una verdadera estadista, dejando al borde del ridículo a quienes hicieron de la frivolidad y el marketing su razón de ser.

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