Libros | El boom de las escritoras argentinas

Escribe Carlos Verucchi.


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La escritora argentina Selva Almada obtuvo, en diciembre de 2019, el Premio al Primer Libro en el Festival Internacional de Edimburgo. El premio se otorga a escritores que son traducidos por primera vez al inglés, en este caso, además, se trata de la primera novela de la escritora nacida en 1973 en Entre Ríos.

“El viento que arrasa” fue publicada en 2012 en Argentina y traducida al inglés como “The wind that lays waste”. Se trata de una novela que transcurre en el noreste argentino, en un pequeño pueblo perdido donde, por circunstancias fortuitas, los cuatro personajes centrales del relato se ven obligados a compartir un día completo de sus vidas.

El reverendo Pearson y su hija Leni viajan hacia el Chaco para inaugurar un templo evangelista construido en medio del bosque. Durante el viaje, el coche se detiene por una falla mecánica y el reverendo y su hija deben ser auxiliados. Así llegan al taller del Gringo Brauer y de su ayudante Tapioca.

Pearson no puede con su genio y mientras espera la reparación del coche intenta convertir al joven Tapioca a su credo religioso. Tapioca se deja conducir dócilmente aunque sin prestar demasiada atención al reverendo, obnubilado más bien por la amistad que le propone la joven Leni. El conflicto estalla cuando el Gringo Brauer, reticente a cualquier connotación divina de la existencia, descubre el propósito oculto del reverendo.

La trama, simple en apariencia, comienza a balanceare en un vaivén que remite a la historia de cada personaje. Sutilmente la autora introduce detalles del pasado que van haciendo cada vez más compleja una situación en apariencia sencilla, trivial, casi irrelevante. El reverendo y el Gringo Brauer representan la imposibilidad de romper con las vidas que, cada uno por su lado, fueron construyendo, ya sea por convicción o por la simple desidia de dejarse llevar por las circunstancias. Ninguno de ellos tiene salida, nada pueden hacer que no sea representar el papel que les ha tocado en suerte, regodearse, más por comodidad que por jactancia, en los pequeños momentos de tregua que sus rutinas les permiten. Tapioca y Leni, en cambio, se resisten al guión, se niegan a aceptar el devenir que las circunstancias les ofrecen tentándolos con la facilidad que implica aceptar un destino previsible y sin sobresaltos, la naturalidad de las cosas.

Almada es maestra en el arte de la insinuación, nada en su texto se presenta abiertamente, apenas se deja entrever, se sugiere. A veces, llevando a un extremo esta estrategia, el lector llega a percibir detalles del relato a partir del silencio, a partir del supuesto descuido con el que la autora los trata. La hipotética carga de erotismo entre Tapioca y Leni jamás se menciona, ni siquiera se insinúa, sin embargo está presente, la autora la instala tan subrepticiamente como un pase de magia.

“El viento que arrasa” arrasa también con el lector. Le insufla un magnetismo que lo obliga a recorrer sus poco más de cien páginas de un solo tirón, esperando ese desenlace esquivo e insospechado, sumergiéndolo en el pesado y tormentoso verano del norte.

El premio obtenido por Selva Almada se suma al de otras escritoras argentinas reconocidas internacionalmente por estos días. Gabriela Cabezón Cámara, con su obra “Las aventuras de la China Iron” (traducida al inglés como “The Adventures Of China Iron”) y Samanta Schweblin con “Kentukis”, (“Little Eyes”, en la traducción), quedaron entre los 13 finalistas del premio International Booker Prize 2020 ―uno de los más prestigiosos del mundo para los libros traducidos al inglés― junto a autores como el francés Michel Houellebecq por “Serotonina” y el españon Enrique Vila Matas por “Mac y su contratiempo”.

Anteriormente habían sido reconocidas Claudia Piñeiro (premio Pepe Carvalho), Leila Guerriero (premio Manuel Vázquez Montalbán) y Mariana Enríquez (premio Herralde de Novela por “Nuestra parte de noche”).

Todas estas autoras son más que recomendables, como así también otras como Valentina Vidal, Silvia López, Inés Garland y Betina González, que han pasado por esta columna recientemente. Toda esta producción literaria evidencia una especie de Boom de la literatura argentina actual escrita por mujeres. ¡A celebrarlo y a seguir escribiendo!

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