Nuestra Señora del Rosario: Patrona de la Diócesis de Azul
Escribe: Horacio Robirosa.
El pueblo cristiano siempre ha sentido la necesidad de la mediación de María, Omnipotencia suplicante, canal de la gracia: se multiplican así a lo largo de los siglos las devociones marianas, tanto litúrgicas como populares. Sin embargo, entre las devociones a María, con el paso de los años, una se destaca claramente: el Santo Rosario, el ejercicio piadoso por excelencia en honor de la Santísima Virgen María, Madre de Dios. En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra rosario significa «corona de rosas».
Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.
En la Edad Media, se saluda a la Virgen María con el título de rosa, símbolo de la alegría y en un manuscrito francés de esa época, se lee: «cuando la bella rosa María comienza a florecer, el invierno de nuestras tribulaciones se desvanece y el verano de la eterna alegría comienza a brillar».
En esa época, los que no sabían recitar los 150 salmos del Oficio divino los sustituían por 150 Avemarías, acompañadas de genuflexiones, sirviéndose para contarlas de granos enhebrados por decenas o de nudos hechos en una cuerda. A la vez se meditaba y se predicaba la vida de la Virgen.
En su estructura actual, podemos afirmar que es, sin duda, Santo Domingo de Guzmán el hombre que en su época más contribuyó a la formación del Rosario y a su propagación, con inspiración y aparición de la Santísima Virgen María.
La devoción al Rosario adquirió un notable impulso en tiempos de León XIII quien consagró el mes de octubre al rosario y añadió a las letanías lauretanas la invocación «Reina del Santísimo Rosario». Ha contribuido de manera especial a la fundamentación y propagación de esta devoción mariana los hechos milagrosos de Lourdes y Fátima: la misma Santísima Virgen, en nuestros tiempos, quiso recomendar con insistencia esta práctica.
El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto, en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Confiaron en la ayuda de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota.
Gregorio XIII puso el nombre de la fiesta: Nuestra Señora del Rosario. Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de octubre.
En mayo de este año el Papa Francisco decía: “redescubramos la belleza de rezar el Rosario en casa”. Y asegura que “contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá todavía más como familia espiritual y nos ayudará a superar toda prueba”.
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