1990. La década perdida

Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
¿Cómo describir los años noventa? Se me vienen a la cabeza imágenes salteadas y mezcladas, borrosas, todas igualmente desafortunadas. La irrupción de eso que llamaban música tropical en todos los medios, la chabacanería como modo exclusivo de expresión pseudo artística, la admiración de la mayoría por un riojano con ínfulas de cancherito, un ministro de economía fingiendo llorar por verse en la supuesta obligación de matar de hambre a los jubilados, una lista interminable de películas que mostraban los horrores del conurbano bonaerense, con su miseria y el crecimiento exponencial de la violencia.
El descalabro del sistema productivo y de la estructura científica y tecnológica, el perdón de los genocidas… y así podríamos seguir todo el día.
A modo de síntesis, los años noventa constituyeron el ingreso formal de la Argentina a Latinoamérica, la aceptación incondicional de un modelo económico que dejaba una de cada cinco personas fuera de toda posibilidad, que excluía a los sobraban. Como diría Borges, hallamos, de una vez por todas, nuestro inexorable destino latinoamericano.
Algunos de los cambios que se produjeron en esos años fueron irreversibles. Ya nunca más se pudo recuperar un sistema educativo que antes había sido de excelencia, la marginalidad de cierta franja de la sociedad que creció en familias sin un sustento económico se volvió endémica y la certeza de que ya no eran necesarios golpes de estado para aplicar políticas antipopulares se instaló definitivamente. El poder real había entendido que también se podía llegar al gobierno a través del voto.
El año noventa, por otra parte, y para que el lector no corra a suicidarse, nos dejó algo muy entrañable para todos los argentinos, el mundial de fútbol más recordado de la historia. Ah por los argentinos somos así, recordamos más el mundial que nos robaron y que perdimos con heroísmo que los tres que ganamos. El uno a cero a Brasil fue la última vez (sí, pasaron 35 años) que nuestra selección le ganó en un mundial a otro campeón del mundo en tiempo regular. ¿Tan competitivo se volvió el fútbol? O es que Maradona nos había acostumbrado mal. Creo que existe un conceso bastante generalizado en que ese gol de Caniggia, tras el pase de Diego, fue el más gritado de la historia. Porque, como dice el tango, primero hay que saber sufrir, y en ese partido sufrimos largo rato.
El recibimiento de aquella selección, luego de haber perdido la final con Alemania, fue posiblemente más multitudinario que el del 86. Primero porque ya empezaba la frivolidad y esa festividad forzada que imponía el menemismo y que contrastaba con la austeridad de Alfonsín. Segundo porque para los argentinos tiene más valor perder un mundial injustamente (hipotéticamente “robado”), que ganarlo.
Cada uno tendrá su opinión respecto a si fue o no penal el de Sensini a Völer (ya lo dijo Nietzsche, no existen hechos, sólo interpretaciones, y en este caso la interpretación que tenía más valor era la del árbitro Codesal, un uruguayo, nacionalizado mexicano). Yo no voy a dar mi opinión, sólo me voy a referir a la foto que acompaña esta nota, y voy a aclarar que en este caso utilicé herramientas de inteligencia artificial, la foto remite con total autenticidad al instante del supuesto penal.
Cierro volviendo a la política con otra imagen deleznable de aquella época: Alzogaray explicándole a Bernardo Neustadt que el encofrado de la estructura del nuevo modelo económico estaba bien construido y sólo restaba llenarlo con hormigón. El tiempo demostraría que, con aquella metáfora, Alzogaray evidenciaba simultáneamente su ineptitud como ingeniero y como economista..