El trabajo y la salud mental: una perspectiva hispanoamericana, humanista y cristiana


El trabajo, como organizador de la actividad humana y de la organización de la comunidad, también está condicionado por los parámetros económicos que rigen en cada régimen ideológico inventados por los intelectuales y académicos. Tanto el liberalismo como el posmarxismo (representado por el Socialismo S.XXI y el progresismo) tienden a considerar al trabajador como un simple engranaje de la economía, lo que puede llevar a la alienación y deshumanización de la persona.

En contraste, desde la perspectiva de la doctrina hispanoamericana, humanista y cristiana, el trabajo se concibe como vía para integrar al ser humano a la comunidad, revalorizando su dignidad como persona y permitiéndole realizarse como tal. Desde esta perspectiva, el trabajo es signo de salud, abordando las necesidades, motivaciones y desafíos de la persona. Además, en la vida cotidiana, el trabajo genera una práctica de horarios, preparación física e interrelación con otros empleados, jefes y subordinados, lo que implica establecer y desarrollar diferentes grados de comunicación y roles. Esto contribuye al compañerismo, la solidaridad y la amistad, elementos que han fomentado una cierta unidad de concepción en la búsqueda de mejores condiciones laborales, expresada a través de la unidad de acción sindical.

No obstante, el trabajo también enfrenta limitaciones y desafíos. El trabajador debe afrontar sus propias dificultades personales, distintos niveles de tolerancia y exposición, escaso tiempo disponible para el esparcimiento y la familia sumado a una situación de violencia que se vive en crisis económicas, como el incremento de la inseguridad y la expansión del narcotráfico. Estos factores contribuyen a un alto nivel de estrés que tiene un impacto negativo en la salud mental de las personas.

En este contexto, tanto la falta de trabajo, el exceso de trabajo como la violencia local pueden desencadenar enfermedades tanto físicas como mentales, lo que a su vez dan lugar al aumento de la violencia en la comunidad y dentro de las familias, provocando denuncias por abusos que terminan en procesos judiciales, condenas, encarcelamientos y hospitalizaciones en instituciones psiquiátricas. En vista de esta realidad, es pertinente cuestionarnos: ¿es necesario continuar viviendo de esta manera? ¿Es posible cambiar esta situación? Para responder a estas interrogantes, se requiere un análisis más profundo que desafíe las concepciones actuales.

La provincia de Buenos Ayres presenta un marcado contraste entre su región metropolitana, convertida en una urbanópolis sobrepoblada, y el resto de la provincia, que se encuentra despoblada y con su potencial económico latente. En el conurbano, el gobierno municipal lucha por satisfacer las necesidades de sus vecinos, al tiempo que debe priorizar qué barrios, localidades y Delegaciones Municipales atender con sus recursos, dejando otros desatendidos y susceptibles al avance del narcotráfico. En el interior de la provincia, la falta de empleo también se combina con el aumento de la inseguridad y la difusión del tráfico de drogas. Esto ha generado altos niveles de depresión, miedo y angustia en la región, especialmente entre los jóvenes, que a menudo son estigmatizados como “un problema de salud mental”.

La solución a estos problemas, que en primer lugar son de índole geográfica y demográfica, no es sencilla ni rápida, pero tampoco es inalcanzable. Se requiere, en primer lugar, una planificación que promueva la descentralización política, permitiendo que los municipios gocen de autonomía plena. Además, es necesario fomentar el regionalismo productivo para crear las condiciones necesarias para desconurbanizar las áreas urbanas y repoblar el centro y sur de la provincia. En segundo lugar, es esencial adoptar una visión integral y humanista del trabajo, que lo reconozca como una dimensión esencial del ser humano, identificando y potenciándolo, al tiempo que lo integra en el desarrollo social, económico y ambiental, lo distribuye equitativamente y lo protege de los riesgos y amenazas. Esta problemática debe ser comprendida y desarrollada desde el Municipio.


Además, se necesita una acción coordinada y participativa por parte de los diversos actores sociales, políticos y económicos, centrada en la búsqueda del bien común y la justicia social, la promoción del diálogo y la cooperación, el respeto por la diversidad y la pluralidad, y el fortalecimiento de la democracia y el estado de derecho. Solo de esta manera se podrá forjar una provincia de Buenos Aires más justa, próspera y humana con su comunidad bonaerense feliz.

Luis Gotte

Co-autor de “Buenos Ayres Humana, la hora de tu comunidad” Ed. Fabro, 2022.

Y, “Buenos Ayres Humana II, la hora de tu Intendente” en preparación.

Mar del Plata

Los comentarios están cerrados.